|
La novena de San Isidro volvió a ser lo de siempre: un completo aburrimiento, un espectáculo soporífero que no llama la atención ni emociona que es el fin último de la fiesta de los toros. La corrida de Fermín Bohórquez, sustituta de la reseñada de Manolo González, no pintaba bien desde el principio y los malos presagios se confirmaron poco después. Tuvo nobleza el encierro gaditano, sí, pero también falta de casta, de fondo y de transmisión. Adoleció de una sosería insoportable a la que contribuyeron varios de los matadores acartelados. Se esforzó el mexicano, entregado toda la tarde, y dejó buenos detalles Pero gracias a Dios, estuvo Saldívar. El joven torero mexicano hizo, sin duda, lo único lucido y destacado del festejo de esta tarde y, lo más importante: ayudó a que la corrida no se hiciera tan cuesta arriba. Un torero joven lo que debe tener ante todo es actitud, ganas de comerse el mundo. En definitiva, demostrar que quiere ser torero. Arturo Saldívar ya lo había demostrado en otras ocasiones, en las que también mostró su personal y arrebatadora frescura y actitud. A Madrid, a la primera plaza del mundo hay que venir como vino Saldívar. Entregado desde el principio, participando en los quites y después en la muleta colocándose para torear bien, Saldívar fue un auténtico soplo de aire fresco entre tanto viento de indiferencia y vulgaridad. No estuvo redondo pero es que tampoco tuvo un gran lote entre sus manos. El segundo es verdad que se movió más y que tuvo calidad, pero al mismo tiempo falta de transmisión, de llegar a los tendidos y emocionar. Y su segundo, el quinto, un sobrero de Encinagrande muy protestado y que fue absolutamente deslucido.
No pudo redondear su tarde y tampoco rematar su interesante labor al segundo con una buena estocada, pero este chaval de la patria mexicana dio un toque de atención y ofreció una dimensión que habrá que tener en cuenta. Ahora llega el turno de que las empresas le den el sitio que merece, al menos para traer la sabia nueva que tanto necesita el escalafón de hoy en día. Por ejemplo, el sitio que ocupan toreros como Miguel Abellán. Ya es hora. |
|