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¡Qué cartelazo! De los que hacen época, uno de los más chic del taurinismo moderno; Chicos guapos, toros monos y público galante, a la moda y muy agradecidito. Era salir las cuadrillas a hacer el paseíllo y todo el mundo, todo, el todo Madrid, daba la bienvenida a la terna. Que había algunos en los tendidos que no sabían guardar la compostura, unos ordinarios vociferantes, pero los demás, todos a una hemos batido palmas como el día de la puesta de largo Maruchi Quintana. Perdón por la introducción, pero creo que me he dejado abducir un poquito por ese ambiente acaramelado, alimentado por tres pedantes taurinos, amanerados y practicando algo que quiere llegar a ser toreo, pero que carece de sustancia y fundamento. ¡Qué empalagosos! y además, plomos y pesados alargando las faenas, como si cobraran por horas. Eso sí de la misma forma, lo del caballo tenía que penalizar, porque si no, no me explico que no hayan picado a los de Victoriano del Río. Igual es que la puya les estropeaba el cutis.
Trujillo en el par de la tarde Yo que estaba seguro que hoy iba a tener que jugarme lo que iba a dibujar repartiendo números como en una rifa. Pero lo que son las cosas. Entre tanto misticismo y tanta parsimonia de Sebastián Castella, nada de nada; de la elegancia y maneras refinadas de Manzanares, menos aún; y del apasionamiento y desgarro de Talavante, cero por cero. Que desilusión. Pues ya estaba yo echando cuentas de las cuadrillas. De los picadores, pues ninguno y mira que hacían muy bien que pareciera que se esforzaban al límite, quizás de los banderilleros y ¡zas! va y aparece Juan José Trujillo. Ha cogido los palos, se ha ido hacia el toro con mucha naturalidad y ganándole la cara ha cuadrado y ha dejado los palos en todo lo alto, librando el derrote del de Victoriano del Río, para salir con torería del compromiso. No es la primera vez que los subalternos se meten en este espacio por derecho propio, pero hoy quizás alguno esperaba de verdad que fuera uno de los tres magníficos los que se pasaran por aquí. Pero no, mientras que Trujillo toreaba, otros se preocupaban de componer; no un pasodoble al cubata al canapé, no, sino de componer la figura, que es lo que se dice ahora, como si fueran bailarines del Bolshoi, pero con esa insustancial pedantería taurina.
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