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Otra mansada con escasísima casta volvimos a sufrir esta tarde. Parece que la empresa ha estado limpiando corrales o comprando hierros de saldo, porque por ahora nadie puede hablar positivamente del ganado que hemos tenido que soportar, lo que ha disminuido las posibilidades de los toreros para triunfar. Fíjense que digo que las ha disminuido, no que las haya anulado por completo. A pesar de todo ello, hoy, sin embargo, ha hecho el paseíllo uno que se ve que ha dicho: “o me embiste el toro o yo le embisto a él”. Y si en su primero, por más que lo ha intentado, no lo ha conseguido, en el otro le ha llegado el reconocimiento de la afición capitalina, que lo ha jaleado y casi le ha empujado hacia el éxito. Y es que Madrid reconoce enseguida cuando alguien se entrega de verdad, luchando contra las adversidades y empleándose al máximo. Y por eso, en el último, premió el esfuerzo de toda la tarde de Iván Fandiño, llegando incluso a obviar que lo mató de un tremendo bajonazo. Lo que otras veces hubiese sido criticado y hubiese podido llegar a pesar más que sus méritos, hoy la afición no lo tuvo en cuenta. Ni siquiera muchos de los “duros” del 7. La plaza se entregó a este vizcaíno, que ha conquistado Madrid. La verdad es que se lo ha ganado a pulso, porque ningún toro le ha regalado nada. Todo lo ha conseguido gracias a su voluntad y su tremendo esfuerzo.
Ahí, en el 7, y entregándose así Fandiño conquistó la plaza Sus otros compañeros de cartel fueron a veces silenciados, a veces pitados, aunque sus lotes fueron muy parecidos, imperando también en ellos la mansedumbre y el descastamiento. A El Cid se le midió con lupa y en cuanto aparecieron las dudas y las precauciones, sobre todo con el cuarto, un animal alto, grande y ofensivo por delante, la misma afición que le encumbró le volvió la espalda. La rotura de relaciones es evidente y la devolución de cartas y regalos ya ha comenzado. Es difícil que vuelvan los idílicos tiempos pasados aunque en esto del toreo nunca se sabe.
En cuanto a César Jiménez, triunfador en esta plaza varias veces gracias a ese sector de los altos del 4, 5 y 6, a los que les brindaba sus actuaciones y que a cambio le jaleaban y le premiaban contagiando al resto, este año no ha podido repetirlo, ya que esa zona está ahora vacía todos los días. Puede que sea por la crisis. Pero el caso es que el resto de la plaza no le tuvo en cuenta sus refinadas maneras con unos inadecuados toros, que nunca le facilitaron su labor, por más que él les quiso dar distancia, intentó templarlos e incluso se le vió más entregado que otras veces. Pero la indiferencia de la plaza aplastó sus deseos ¡Qué terrible es que en Madrid la indiferencia llegue a aplastar a un torero! Tras un experiencia así, en cualquier otra profesión se necesitaría tratamiento psiquiátrico. Pero los toreros son otra cosa. O al menos lo eran los de antes.
Terminaremos hablando del primer espada que, hasta ahora, en toda esta feria sin toros propicios, ha dado de verdad un paso al frente y ha dicho: “Aquí estoy yo”. No es un exquisito artista sino un esforzado artesano pero ahí está, dispuesto para la guerra. Los aficionados estamos deseando que le acartelen con las consideradas figuras, sobre todo esas del G-10 y los torillos de éstas, para ver hasta dónde puede llegar, sobre todo porque ha demostrado que no quiere pasar por el aro, va por libre e intenta hacer la revolución por sus propios medios, sin adular a los poderosos y sin sometimientos. Es un rebelde. Pero tal como están montadas las estructuras de este tinglado vemos muy difícil que lo consiga. Otros lo han intentado y han terminado toreando lo que no querían los elegidos, los que mandan, con lo que los pobres se han hartado y se han ido, más bien les han obligado a retirarse. Bueno, los han echado, los han amenazado o quién sabe. Y tenemos muchos ejemplos. Pero, ojo, hoy hay un rebelde Spartacus suelto por ahí, con muchos seguidores detrás. Y no el de Espartinas, precisamente. Roma podría llegar a temblar. Los taurinos deberían comenzar a pensárselo.
En cuanto a la afición de Madrid, podría decirse que La Cibeles ha roto sus relaciones amorosas con El Cid pero ha encontrado otro novio de gran tenacidad, Fandiño. Y eso que es de Orduña, que no es del mismo Bilbao. Veremos cuánto dura el idilio.
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