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La corrida de El Montecillo, primos hermanos de los de ayer de El Ventorrillo, y que por sus venas corre la misma sangre mansa, o más -aquellos peligrosos, éstos bobos-, nos han deparado una tarde lánguida, en la que el aburrimiento ha hecho presa de nosotros y nos ha convertido en zombis vivientes. El zambombo corrido en sexto lugar ha sido el único que ha embestido, aunque no está muy claro si ha sido él o Fandiño. Bautizado como Desconocido, castaño de pelo y de mucho volumen, protestado de salida para los que dicen que en Madrid gusta ese tipo de toro. En agosto hubiera sido más toro de Museros –por allí tengo un buen amigo; él tiene una taberna preciosa, “El Albero”- que de las Ventas por pasarse de edad. El bolsillo de Madrid está limpiando el campo bravo de toros atrasados... Vamos al toro. Repitió sin codicia Desconocido a la capa del torero, luego descabalgó al picador sin derribar en la primera entrada y se apagó en la segunda. Aunque escarbó entre tandas e incluso coceó, repitió por el lado derecho por abajo con emoción en varias series; por el zurdo fue más bronco. Manso como todo el encierro que sacó un punto de genio y que se destacó por aquello de que en cierto país el tuerto es el rey. El resto ha sido más triste que un entierro de tercera. Nada pudo hacer David Fandiño con el primero de su lote de nombre Renacuajo, castaño, regordío y justo de trapío. Había pegado el cante en la capa pasando sin humillar; lo dejó claro en varas en una pelea corta y manseando en la salida, punteó en la siguiente entrada. Ratificó en la muleta su mansedumbre echando la cara arriba y embistiendo sin codicia. Siempre embistió rajado y buscó la huida. El Cid ha pechado con dos mansos, el primero de nombre Enrrollado, castaño, bragado y meano; armónico y bien encarado por estar tocado de pitones, terciado. Expresó con blandura en el saludo. Se enceló en las dos entradas al caballo y prometió en banderillas, espabiló y se vino arriba. Pero a Enrrollado le hubiera encajado mejor impostor por mentiroso; en la muleta se rajó pronto, se apencó en uno de los montones de arena que protegen los burladeros después de tirar algunos gañafones por el zurdo y embestir en arreones por el diestro. Su segundo, manso también, respondía a Codiciado; tan serio como feo, grande y destartalado. Cuarto y quinto una collera idónea para El Rocío, bonitos para bueyes, horrorosos para toros. Cabeceó el peto y fue incierto en banderillas. Llegó gazapón a la muleta y sin entrega alguna, dando cambayás de buey completó la faena. Fue soso y aburrido, de una vulgaridad contagiosa. Este era 'Imperdible' aunque no nos hubiera importando perdérnoslo César Jiménez ha lidiado primero a un negro salpicado, delantero de púas y lavado de cara por estar ligeramente acapachado. Fue un soso de tres tercios, en todos aburrió con su comportamiento perezoso. En la muleta fue la tonta del bote; aunque noble y repetidor, desaborido por manso y descastado. Luego se las vio con el otro buey que hacía pareja con el cuarto, de nombre Imperdible, con dos biergos veletos, el izquierdo cornipaso; basto, serio y abueyado de hechuras. Que se fue a la puerta de arrastre a buscar al picador y que cuando notó la puya se le debió escapar un ¡ay mama! que le dejó sin ganas de arremeter contra el otro varilarguero, sólo le husmeó. En la segunda entrada se quitó el palo y echó la cara arriba; con estas credenciales en la suerte de varas había poco que esperar en el último tercio, al que llegó sin fijeza, con una embestida irregular y sin entrega.
Conciencia... |
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