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La corrida de hoy duró lo que las de antes, sólo una hora y tres cuartos y pasaron tantas cosas en ese tiempo que nadie tuvo la oportunidad de aburrirse, a pesar de que la corrida no fue buena, pero no de las peores de la feria. Alguien puede preguntarse cómo es posible eso, una mala corrida y sin embargo que mantuviese expectante al personal. Pues vamos a tratar de explicarlo.
De estos tumbos hubo varios en la tarde En primer lugar por qué fue mala. Esta vez sí que tuvo en parte la culpa el ganado...pero no toda. Porque los toros (que antes eran de Paco Medina, eran buenísimos y los querían todas las figuras y ahora son del señor San Román, sí, ese de la “Operación Malaya”) estuvieron muy bien presentados de salida, grandes de caja, con poder, ofensivos de cara...pero además algunos de ellos sacaron casta que, al no ser adecuadamente lidiada y domeñada, hacía que cada vez se pusiesen más broncos y complicados. Si además en todos ellos había absoluta mansedumbre, los peor tratados se quedaron reservones, unos sin embestir nunca de verdad hacia adelante y escapando a tablas en cuanto podían, otros revolviéndose al tercer pase por el mismo lado (como diciendo ojo, que aquí estoy yo) y complicando así la vida a los toreros, tanto a los de a caballo como a los de a pie. Alguno, como el cuarto, llegó a tomar tres tremendas varas, una de ellas empujando al caballo hasta tres tendidos, varios de ellos derribaron con estrépito a los montados, alguno hasta hirió a un equino y otros salían de estampía en cuanto sentían la puya. Como, además, unos picadores ponían varas caídas casi en los brazuelos, otros fallaban con marronazos y otros asestaban puyazos muy traseros, la variedad estuvo asegurada aunque, como puede deducirse, no todo lo que pasó fue lo adecuado para unas lidias ordenadas y ortodoxas. Hasta un monosabio quiso ser protagonista, quitándole el toro a un peón. Como colmo de los despropósitos, se ovacionó al picador colombiano José Ney, por propinar una vara arriba pero muy trasera a un toro que se le arrancó de lejos, como si hubiese sido Badila redivivo. Sólo una voz del 7 le despidió con la frase: “No te lo creas, que has picado trasero”. El 7 siempre precisando, que es gerundio.
En los tercios de banderillas también hubo de todo. Los toreros se tomaron sus precauciones y los pares al sobaquillo menudearon, sobre todo cuando a toros que estaban aquerenciados en tablas no se atrevían a ponerlas al sesgo, suerte que se inventó para estos casos, pero que se ve que está en desuso. Sólo Ángel Otero se lució como rehiletero, pero porque es muy bueno. El resto mal, con grandes temores y desconfianzas. Incluso en el último, José Luis Barrero, sin atreverse a ganar la cara del toro y a cierta distancia le arrojó el par como si estuviese entrenando el lanzamiento de jabalina. Será que como es año olímpico...
De los espadas, quiero destacar lo profesional que estuvo Curro Díaz, con el lote más manso, más justo de casta y más a contraestilo a su forma de interpretar el toreo. Pero fue breve y tiró de oficio. En cuanto a Gallo, lo intentó en ambos, pero esta vez no tuvo enfrente los dos marmolillos del otro día. Con estos de hoy no podía hacer el arrimón. Había que darles la lidia adecuada y no admitían un pase de más, algo a lo que se acostumbra en el toreo moderno a los toros que les llaman ahora nobles, es decir tontos y medio inválidos o domésticos. Hoy no eran nobles. No se dejaban. Monerías ni una. Y aunque le aplaudieron su esfuerzo, estuvo varias veces a punto de ser volteado. Me resta por decir que el director de lidia “oficialmente” era Julio Aparicio pero realmente no ofició de tal y aunque se le obligó cariñosamente a salir a desmonterarse una vez finalizado el paseíllo, tras su labor como matador de toros esta tarde fue increpado, insultado y despedido a almohadillazos, tras una bronca monumental, de las que ya no se recordaban es esta plaza, como resultado de inhibirse toda la tarde de sus obligaciones. Para colmo, ni se atrevió a irse a los medios durante el tercio de banderillas en el sexto, como ordena la costumbre. Se quedó en las rayas. Algunos no saben a veces esconder el miedo. Pero eso también es de torero. Veremos cómo se le recibe en su próxima comparecencia el día 29. Estas cosas tienen su morbo.
Como puede verse, con tal cantidad de cosas que pasaron, nadie se aburrió. En resumen, mala corrida, pero no sólo culpa de los toros. Los que van a aplaudir en el día del santo patrón lo pudieron hacer, a los que les va la bronca se despacharon a gusto y los salvajes a los que les gusta dar rienda suelta a su lado violento lanzando almohadillas (que, por cierto, impactan más en inocentes que en su objetivo) también pudieron cumplir sus incívicos deseos. Muchos del 7, que acudimos a Las Ventas porque queremos ver el auténtico toreo, el de siempre, fuimos los únicos a los que se nos negó tal cosa. Pero eso nos pasa todos los días.
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