La corrida de hoy de El Ventorrillo además de bien presentada, ha sido horrorosa en comportamiento; una verdadera porquería, una exhibición de mansedumbre de todos los colores. Si bien es cierto que los toros 1º y 4º no les hemos llegado a ver del todo por apremiar Aparicio, el resto del encierro ha sido carne para perros.  

Ustedes ven al primero de la tarde... pues Aparicio no quiso verle

A Julio Aparicio le han durado poco sus toros, muy poco; con su segundo se dio una poquita coba, el primero le duró un soplo –y no el que alude Paula-. Este primer toro respondía a Romano, mostraba buenas hechuras y estaba bien encarado. Desde el inicio flojeó, se distrajo, y dejó latente su falta de casta. Derribó al coger al caballo por los pechos –no por poder- y debió herirle. Tras el desorden en varas, en banderillas el toro galopó con buen tranco y pareció facilón. Anotamos el defecto de no humillar, pero Aparicio debió verle bastantes más que nosotros y tiró por la calle de en medio. Zahirieron los aficionados al torero aplaudiendo al toro al arrastre. Su segundo, Terciopelo de nombre, también fue aplaudido en el camino del desolladero con la misma intención. Terciopelo era negro, largo, veleto y de mucha romana; en varas le dieron de lo lindo, cuatro entradas recargando, éste si derribó con poder al picador; Aparicio solicitó el cambio cuando al toro le quedaba un halito de vida. Llegó noble, además de soso, a la muleta y de nuevo su matador no vio las cualidades del toro... o nosotros, a estas alturas andábamos liados.

El resto fueron cuatro prendas...

Curro Díaz primero pechó con Centinela y después con Preso, dos alhajas. El primero, serio y casi veleto, fue un manso de principio a fin. De salida derrotó arriba de los burladeros y en banderillas armó la marimorena desentendiéndose de la brega y de los rehileteros. No brindó posibilidad alguna de lucimiento, ni lidia, al tener un comportamiento amoruchado, manso y descastado. Preso debió estar eso durante mucho tiempo, pero en San Quintín. Era serio y veleto, un galán. Que humilló manseando sin entregarse en la capa; que se arrancó como exhalación al caballo y que antes salió de él, en el segundo encuentro se repuchó. No sé picó, se cambió casi sin castigar, se quedó con pies en banderillas y los utilizó para huir a toriles. En la muleta, fue sacando, a medida que avanzaba el trasteo, las ideas del Pernales. Fue mansurrón y peligroso, embistió con recámara y le tiro varias cornadas al torero linarense que le mató con honestidad inmerecida.

Cervato fue el primer toro de Eduardo Gallo, más feote que sus hermanos, corto de cuello y descarado de pitones. Repitió en la capa del torero salmantino sin demasiada convicción. La suerte de varas fue vibrante, lo mejor de la tarde; se arrancó de largo las dos veces y peleó con fijeza con ambos pitones, mejor en la segunda por humillado. Escarbó en banderillas pero fue pronto. Pasó de ser bruto en la muleta, a embustero, las arrancadas se producían desordenadas intentando sorprender a Gallo que le molestaba con su firmeza, al que tiró varios gañafones. Histrión cerró la tarde, la maldita tarde; todo un torazo, serio grande y largo. Avisó por el zurdo a Gallo en la capa y luego le mostró unos chulos andares equinos. En varas dijo nones y salió escopeteao de las dos entradas. Había sacado pies y mal estilo en banderillas, nada comparable con lo que fue al final del trasteo en el que desarrolló sentido, no se entregó nunca y quiso hacer carne. Quinto y sexto para enmarcarlos –quise decir embarcarlos- y tirarlos en alta mar.

Está visto que como vidente no puedo buscarme la vida; ni tampoco podré jamás sustituir a José Luis García Losada en su análisis previo; ayer terminé haciendo la manifestación de un deseo, dije: ...pero espero que mañana, lo que me ha quitado el mal fario, me lo dé el arte. Y una leche, hoy es cuando se me debía haber hecho trizas el coche antes de llegar a la corrida. Anda que si verdaderamente el gafe soy yo...