Corre Aparicio corre que vienen unos señores... Y no precisamente a dorarle la píldora sino a recordarle que las espantadas célebres son para los toreros que tienen leyenda. Para los otros quedará la indiferencia. Al pueblo nos gusta unirnos en las broncas, nos funden, suenan más estruendosas si las compartimos. Todos al unísono contra uno ¡qué placer! Y encima nos acompaña la razón que es su miedo y su negativa a ocupar espacios designados al director de lidia, espacios de salvaguarda para sus compañeros. Una espantada en toda regla que quedará en el olvido. En el presente queda que hoy al comenzar la tarde nos hemos rendido a su presencia tras la dura cornada sufrida el pasado año en esta plaza de Las Ventas. Usted se encargó de recordarnos que el presente ya es pasado. Se le ovacionó, recuerdo de aquél percance, luego se le pitó con fuerza y razón Siendo mansos y rajados los toros de El Ventorrillo tuvieron incertidumbre, fueron díscolos y transmitieron su insuficiencia para la lidia. Sin contradicciones: fueron malos.
Dos mansos de libro, de manual o de toriles. Curro Díaz los vio huir, los siguió y los mató. Actitud sin aptitud. Eduardo Gallo pisa mejor, más duro o más serio o más en torero pero torea y transmite lo mismo que antaño: el toreo sin; a saber: sin fondo sin sapiencia espacial y sin parar de posar para el póster. Entre derrotes y recortes que asesinaban el aire transcurrió su tarde.
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