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Lo que iba a ser la consagración de Conchi Ríos y su relanzamiento después de su última tarde en Madrid, ha quedado hecho añicos por culpa de un novillero tan descarado y atrevido como se espera de alguien que se quiere abrir camino vestido de luces. Los novillos de Buenavista pedían firmeza y arrojo para calmar ese genio y que sacaron a relucir desde los primeros capotazos y que en el sobrero de Couto de Fornilhos añadía un puntito de casta. Menudo cóctel y por si fuera poco, sus buenas dosis de mansedumbre y la presencia casi permanente del viento. Gonzalo Caballero en un estatuario Pues en ese tablero jugó Gonzalo Caballero sus cartas como si tuviera los cuatro ases, las cuarenta y veinte en copas. Y eso que en la primera mano parecía que le iban a desplumar en dos jugadas. El colorado le saludó cruzándose con peligro al pitón izquierdo, cuando iba a pasar por el derecho. Eso es cambiar de opinión en un momento. Gonzalo no se dejó amedrentar y continuó la lidia tratando de solventar los problemas del novillo, manso y huidizo. Fue tomar la muleta y surgió el chispazo. Clavó los pies en el suelo, tomó la pañosa con ambas manos y le instrumentó varios estatuarios sin menear un dedo, sin aspavientos y barriendo el lomo del colorado. A ello siguió uno del desprecio, una trincherilla y un molinete, siempre marchándose hacia los medios. ¿Que por qué he elegido los estatuarios? Muy sencillo, porque esta ha sido la demostración de que se empieza a torear desde el primer momento, desde el primer pase y que todo cuenta y debe tener sentido. Pareció un torero de otras épocas, pero no, es un chavalín de nuestros días. La faena prosiguió con ciertos altibajos, pero con la constante de querer hacer el toreo de verdad. Da gusto ver como un novillero se encuentra más cómodo adelantando la pierna de salida que escondiéndola. Las sensaciones eran buenas y la afición venteña al fin se podía llevar un dulce a la boca. Y cuando saboreaba el bocadito de nata, el madrileño se perfiló y se tiró derechito al morrillo, cobrando la estocada que le ha valido cortar una oreja sin que nadie la protestase. Lo del despojo da igual, lo esperanzador es ver que todavía hay quien intenta seguir los cánones clásicos.
Conchi Ríos, a la que alguien podría considerar el número fuerte de la tarde, se ha perdido en un bosque de dudas empujada por el genio del de Couto. Muchos pases inconsistentes que no llevaban a ninguna parte, si acaso a contemplar como sus novillos se hacían dueños de la situación. Algo parecido a lo que ha tenido que sufrir Tulio Salguero, que ha aprendido en cabeza propia que el toreo moderno no vale para dominar y hacerse ni con un novillo, ni con un eral. Podrán poner como excusa el viento, que lo hacía y molestaba, pero en cuanto a la capacidad de lidia y a la colocación, a no ser que sople un viento huracanado, no influye. Pero al menos hemos visto a un novillero que lo es. Con carencias, por supuesto, pero puede que estas y sus ganas de superación son las que lo hacen más atractivo. |
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