Treinta son los metros que aproximadamente tiene el radio de la plaza de toros de Las Ventas; en el metro cero, en el centro de ruedo, el toro se arranca, rompe y rasga un capote, hace hilo y persigue cuesta abajo al subalterno. Treinta metros de rápida huída. Angustiosa persecución. Ya en el metro treinta las tablas, el golpe del burel contra la madera y debajo la vida escondida de un subalterno. Durante estos treinta largos metros nadie hizo un quite; ni siquiera un ademán. La falta de oficio, interés y atención produce monstruos. Raúl Corralejo era quien huía, Lavandero quien perseguía. Treinta metros han sido suficientes para entender la existencia del Espacio. Este fue el resultado de la carrera de 'Lavandero' al estrellarse con las tablas Los novillos de tres casas: la primera y oficial Buenavista, la segunda y de remiendo Fernando Peña y la sobrera Couto de Fornilhos. Si bien existe un espacio dedicado a su comportamiento no quiero dejarlos sin escribir que si algo bueno tienen las novilladas de Las Ventas y por ende la de muchos otros lares tales como Arnedo es que el animal que salta al ruedo está vivo, se mueve y crea tensiones. El día de hoy no fue una excepción y hasta se rompió la regla pues existió el manso y el rajado.
La muleta de Tulio Salguero siempre un rayo y nunca un trueno; rápida y sin estruendo. Faenas copiadas y abocadas al olvido de el Santo Aficionado. Tiempo y Espacio habrá para recapacitar y caminar más lento. El viento se llevo la seriedad de Conchi Ríos; también la esperanza. La inestabilidad de un toreo estable se hizo presente. Ella sabe ser seria y albergar esperanzas. Lo ha demostrado y el citado Santo Aficionado sabe esperar. Gonzalo Caballero, tocayo de quien recita estas letras, interrumpió la conversación que yo sostenía con uno de los mejores dibujantes del actual orbe taurino, Enrique Martín. Los inicios de faena nos callaron a los dos, a mi boca y a su lápiz. Serio quieto y con poso. Toreando. El runrún de la Plaza denota interés y el novillero aprehende su clase teórica en la plaza más importante del mundo. Mata de arriba-abajo y por atributos. Le cae ¨Una oreja muy legal¨. La Puerta Grande no se abrío por el pelo de un manso pero ahí quedó una ilusión y una legítima esperanza. |