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Soportar una tarde de toros descastados como la de ayer es una proeza de los aficionados, es un hecho insoportable que se alivia al pensar que es una mala jugada del azar. La de hoy de Montalvo, además de tediosa, se convierte en un fraude al lidiar toros no aptos para la pelea. Una verdadera tomadura de pelo, un engaño, y un soporte válido para los antitaurinos con el que pueden demostrar que la fiesta de los toros es una canallada. Una corrida imposible de reseñar si uno no ha tenido la precaución de anotar algunos detalles de lo sucedido. Notas en las que hoy se repite: flojo, inválido, pierde las manos, no se entrega... en fin, algo más parecido a un parte de guerra que a una corrida de toros. ¿Se tomará en cuenta la confirmación con un toro totalmente inválido e inútil? Esaú Fernández ha confirmado hoy en Madrid, y lo ha hecho con dos toros inválidos para la lidia. Su primero de nombre Malauvo, gordo y atacado, anovillado de cara, fue cuidado en varas y protestado por el “respetable” –las comillas lo convierten en antónimo- con fuerza; en el tercio de banderillas Malauvo iba cogido con alfileres. Pronto se postró dos veces de rodillas en la primera tanda antes de pasar al estado de marmolillo. La protesta tenía fundamento. Nada pudo hacer el torero camero. Con el sexto, que cerraba la pesada tarde –tampoco se entiende que para lidiar seis inválidos se echen dos horas y cuarto-, tampoco tuvo opciones. Respondía a Correrlindes, avacado de cara y comportamiento y falto de remate; colorao de pelo, estrecho y tocado de pitones. Éste fue receloso de capotes, salió huido. En varas estuvo bastante tiempo bajo el peto en la primera entrada, aunque el puyazo fue medido, en la segunda recibió un picotazo. Esperanzador fue el tercio de banderillas al arrancarse de largo con trancos nobles. En el trasteo de muleta fue inservible, se despanzurró en la segunda tanda y embistió descompuesto el resto.
Uceda Leal iba a lidiar a Ceñidor que fue destinado a los corrales por el mal endémico de la falta de fuerzas. Le sustituyó Equivocado de Yerbabuena, un toro feote, abierto de cuerna y con cara de viejo; que huyó de la capa, barbeo y buscó toriles de salida. Poco hay que reseñar en varas: que empujó con un pitón y que perdió las manos al acudir por segunda vez. Fue noble en la muleta, su embestida fatigada no transmitía sensaciones y duró muy poco pese a los tiempos bien administrados por Uceda Leal. Mosquetero fue el segundo toro de Uceda; negro de pelo, delantero de púas, largo y justo de presencia por escaso de remate. El tercio de varas fue una pura estrategia de cuidados paliativos. Le banderillearon con facilidad y llegó a la muleta pidiendo árnica. Perdió las manos en los primeros trances y luego embistió sin poder emplearse. David Mora lidió a Camarón en tercer lugar, un colorao chorreao, que aunque bien puesto de pitones, resultaba lavado de cara además de escaso de remate. Repitió noble Camarón al capote de Mora y se empleó en el primer puyazo, perdería las manos al salir de éste y del siguiente que fue más medido. Había sido noble en banderillas y llegó cansino a la muleta, sus embestidas enfriaban aún más la tarde; terminó moribundo en el tercer tercio echándose dos veces. También fue muy protestado de manera infructuosa tras el tercio de varas... ¿Esto es Cultura? Pregunto para entendernos. El quinto de la tarde era serio, lucía buena estampa y algunos rasgos del pelo del invierno; Dinamitero era su nombre –no podía fallar-. Repite en huida siempre buscando la salida. En varas empuja con el zurdo en la primera entrada y puntea el peto en la segunda. Se pegó su volatín correspondiente a la salida del caballo. Dinamitero sacó algo de pólvora y embistió repetidamente en una tanda; pero, se nos antoja que mojada tras verle hacer dos amagos de rajarse antes de reservarse un hilo de fuerza para irse para toriles y dar por finalizada su demostración de bravura y poder. Duró un pispas –el toro, la corrida eterna-. El toro sin poder es una mentira, un engaño sin parangón, máxime cuando se trata de la primera plaza del mundo... Y además llena, o casi. |
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