Con casi lleno se han lidiado toros de Montalvo, bien presentados, con kilos y cara. Apretaron en el caballo. Mansurrones y blanditos. Bueno el 2º (aunque con su punto de manso), desaprovechado. Gran toro el 6º, de viaje largo y vibrante.

Rivera Ordóñez, ovación y leve división

“El Fandi”, oreja y leves pitos

Sergio Martínez, ovación y ovación 
 
El festejo comenzó con veinte minutos de retraso debido al tiempo empleado en el acondicionamiento del maltrecho ruedo, empapado de agua. Se consiguió con éxito. La corrida se retransmitió por TVE.

La espada ha vuelto a ser la asignatura pendiente del torero de Albacete en el mes de las recuperaciones: septiembre. Una buena tarde de Sergio Martínez en la que consiguió sacar grandes tandas a su segundo toro de la tarde, un animal boyante y de viaje largo con el que el de Albacete empezó decidido con el capote. Sin duda la mejor labor de la lluviosa tarde.

Y es que el festejo estuvo a punto de suspenderse por la lluvia caída en las últimas horas en Albacete. Tuvo que llegar un helicóptero para centrifugar el agua del ruedo y así conseguir que al llegar las seis de la tarde el panorama no fuera tan negativo. A esa hora el presidente discutió con la terna si se echaba para adelante con el espectáculo o no. A pesar de las malas caras de Rivera Ordóñez, por el que parece que no corrieron pensamientos de avanzar en pro del espectáculo, el presidente actuó con la diligencia que le caracteriza y pronto se subió a su palco para sacar el pañuelo blanco.

Con el piso de plaza como estaba, sobre el que se descargaron varios sacos de serrín, era complicado que fuera el mejor festejo de la Feria. Y no lo fue. La corrida se prestó al espectáculo y no siempre al lucimiento, a juzgar por las ovaciones que el público regaló a Rivera y a “El Fandi” que, sin hacer cosas de realce, fueron ovacionados con fuerza inusitada. Sobre todo en la primera parte porque en la segunda, el respetable pareció menos enérgico, incluso algo serio de más.

El torero de la tarde, con la muleta, se entiende, fue Sergio Martínez, que se acopló a las escasas fuerzas de animal que hizo tercero, ejemplar que resultó noble y entregado. El toro no aguantaba más de tres muletazos por tanda y el torero, a pesar de incurrir en algún desajuste, las obtuvo con cierta intensidad. Perdió una oreja con la espada tras un aviso de regalo.

Con su segundo rayó a más altura gracias, en parte, a la gran condición del “montalvo”, un toro de lío. Sergio no lo desaprovechó a pesar de que en ocasiones no pulseó bien la muleta, surgiendo alcances del toro a la franela. Un conjunto macizo esta faena, sobre todo por la seriedad y gallardía de las tandas. No encontró excesivo acomodo en las distancias largas, llamando de lejos a un toro que acudió a regañadientes, desde esa lejanía, al cite. Aun así, él lo intentó un par de veces. Quizás no fuera ese el camino. Al animal, como a toda la corrida, no le sobró la raza, porque resultó un punto mansita. Y un toro mansete, aunque tenga buen tranco, de lejos, no se arranca o le cuesta.

Extraordinaria la tanda, breve, eso sí, por el pitón izquierdo, recetada a mitad de la faena. Volvió a fallar con la espada y las posibles orejas se esfumaron. Y eso que la gente estaba con él. El público vio que gracias al albaceteño la tarde no acabó tan mal y por eso le reconocieron el esfuerzo. Sergio animó el plomizo cotarro, al margen de los arranques y prontos con los que parte de la galería obsequió a David y Rivera, que no estuvieron a la altura de sus primeros toros, sobre todo el granadino.

Y a la corrida se le dio tela en el caballo. Muy fuerte, porque además empujó. No con clase, eso es lo cierto, pero los del castoreño se emplearon de lo lindo. Y a veces, de más. Cuarto y quinto se machacaron en el peto. A uno le dio la impresión que con un estado del piso plaza mejor, la corrida hubiera lucido más. A pesar de no parecer un patatal el ruedo, siempre los toreros se muestran más desconfiados.

Rivera en su primero, entre olés femeninos, optó por los terrenos del público más facilón, los correspondientes a los tendidos de sol, e hizo una faena de larga duración sin conseguir nada más que porfiar con noble dignidad frente a un noblón sin chispa ninguna. Un aviso y mal a estoques Rivera. Frente a su segundo, mansurrón y sin raza, acabó todo en el caballo. Asesinato a lomos de un bretón que olió a cuerno quemado. A partir de ahí, el invalidado, que no inválido, dio un pelín de pena.

Y “Fandi”, pues eso. Banderillazos de órdago frente a su primero y más desigualados en su segundo. Con aquél estuvo muy discreto y lo desaprovechó entre innobles muletazos -¡qué diría Rivera!, como fue Duque- y con su segundo no hizo nada porque era, este quinto, un regalito. Un manso complicado de ahormar. Pegó el mitin del siglo con el descabello y escuchó leves pitos.

Fin de feria. Atrás quedan ocho corridas de toros y dos novilladas picadas con las que, en general, no se ha llegado a la altura pretendida. Ausencias marcadas por orden de la convalecencia y festejos en los que hubo de todo. Una feria que, hoy por hoy, vive de los detalles y de un puñadito de buenas faenas de Serafín Marín, Sergio Martínez y Dávila Miura. Por encima, Andrés Palacios. El torero de la Feria a pesar de su mala suerte el segundo día en que actuó.