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16/10/2011
  (Jaén-España) Tres orejas pundonorosas para la terna ante un descastado encierro de El Cotillo (Crónica completa)
 
Firma: José Luis Bautista
 
     
 

Con un cuarto de entrada, se han lidiado cinco toros de El Cotillo, el 6º como sobrero, y uno (5º) de Hermanos Collado, justos de presencia y mas de bravura, sobrero incluido. 

Curro Díaz, oreja y ovación.

Iván Fandiño, oreja y ovación

David Mora, ovación y oreja.

¿Un cuarto de plaza?, ¿en tarde estupenda?, ¿con este cartel?... Señor Castro, tenemos que darle la razón, quienes visitan los portales taurinos no son aficionados, ni tan siquiera público, son como usted dice: curiosos.

Jaén no tiene solución, y si la tiene es a largo plazo... Aquí no llena ni Guerrita.

El primer toro de la tarde era acapachado y feote; y dio muestras de ver poco o mucho según se mire. Curro Díaz le saludó con enjundia con cuatro lances y la media, a la salida de ésta, el del Cotillo le zarandeó por los aires feamente; felizmente salió ileso. Agustín Navarro le sacudió un fuerte puyazo. Bregó bien Montoliú y Crespo estuvo fácil con las banderillas. La faena de Curro fue tesonera, como las de Fandiño y Mora. Le obligó por bajo en el tanteo, sometiéndole. Descompuesto brindaba las arrancadas por el derecho. La segunda tanda de redondos fue, con un toro más ahormado, de mérito, compensada con aplausos. Curro es avisado de nuevo por el zurdo en varias ocasiones, no volvió la cara. Lo mejor de la faena brotó con la diestra, los de pecho largos y cadenciosos. No hubo lugar para los detalles. Se empleó a fondo el torero de Linares y mató de una casi entera fulminante por lo que obtuvo una oreja. El cuarto de la tarde es más franco de salida y permite que Curro se luzca con un ramillete de lances quieta y sentada la planta. El toro es serio y bien armado, pero carece de fuerzas. Le protestan razonablemente. En banderillas Montoliú está magistral en sus dos pares, mejor en el segundo, de mayor exposición. Poco pudo hacer el torero en la faena de muleta tras brindar a Ignacio González, y lo poco que hizo, además, lo tiró por la borda con los aceros. Le mimó por alto en el inicio; le aguantó embestidas al paso; le robó muletazos diestros incitando con la voz -hoy, los tres matadores han debido quedar afónicos-, pero todo resultaba infructuoso. Dos molinetes airosos buscando dar vida al toro, antes del mal uso de los aceros, marcaron el final de faena.

Fandiño no ha decepcionado a nadie hoy en Jaén, todo, y más de lo que tenían sus toros se lo ha sacado. Su primero era feo, feo de libro podríamos decir, su mala imagen resaltaba desde cualquier lugar de la plaza. Castaño de pelo y veleto de cara, empestillao y de poco cuello. Se estiró Fandiño en el saludo sin poder ganar terreno. Le cuidaron en varas, no tenía poder, y fue noble en banderillas. Brindó a Curro Díaz... ¿admiración?, ¿agradecimiento? Cuantos enigmas encierran los brindis en la intimidad de la plaza -como debe ser- hacerlos públicos como ocurre hoy en radio o televisión los convierte en un chafardeo. Otro brindis enigmático ha sido el de Curro a su apoderado... ¿Hasta el año que viene?... El toro había sido noble en los primeros tercios, pero avisó a Fandiño por el pitón izquierdo queriendo hacer carne. Las primeras tandas, por este pitón, resultaron enganchadas, afeadas; la tercera, contundente, maciza, abrochada con el de pecho. Unas manoletinas finales fueron el broche de una faena basada en el oficio y la disposición de un torero honrado donde los haya. Media efectiva, de la que salió trompicado por el pecho, fue suficiente para cortar una oreja. Su segundo era un toro negro listón, armónico y terciado; que sacó casta en el saludo repitiendo con viveza el capote que le marcaba la salida con firmeza. El tercio de banderillas fue nulo, un sembrao, mientras Pedro Lara ponía orden en la brega, Jarocho y Llaverito no encontraban las teclas para dejar colgados los garapullos. Muy quieto le pasó por alto Fandiño al de los Hermanos Collado en el saludo, y más quieto se quedó el toro tras terminar éste. Todo el empeño y la buena colocación del torero se iba al traste; logró alguna tanda desgañitándose o pisando terrenos comprometidos. Cantó el toro su mansedumbre al notar el pinchazo hondo de Fandiño, berreaba cual pregonao, dejando dicho a los cuatro vientos, lo manso que él -y sus hermanos- habían sido.


Foto archivo

A David Mora le tocó en suerte -es un decir- un torete colorao, anovillao y de poco trapío, al que saludó flexionado rodilla en tierra. Luego le llevó galleando al caballo de manera primorosa. Tras ser medido en varas, Félix Rodríguez se lució en un par cuadrando en la cara y saliendo airoso del trance. Renqueante fue el inicio del cotillo, para terminar aculado en la arena. Poco podía hacer Mora con este material y un público enfadado que le pedía brevedad. Le puso voluntad y torería pero la gente no estaba para monsergas. Abrevió y se lo agradecieron. El sexto fue devuelto por descoordinado a los corrales y fue un respiro para la gente, no la devolución, si no el espectacular comportamiento de un cabestro que tuvo una salida jacarandosa mostrando una serie de piruetas atrevidas: pingos, cabriolas, corvetas... Después, al buscar el frescor de la boca de riego e inclinarse sobre sus manos para restregar el belfo sobre la arena húmeda, pareció hacer una reverencia al respetable de fin de acto; la plaza no tuvo más remedio que aplaudir el hecho. Alguien dijo: quítale el cencerro y seguro que embiste más que los lidiados... ¡Qué bárbaro! O no. Saltó el herrado con el 18 como sobrero, también del hierro de El Cotillo. ¡Una cabra! Decían. Se tapaba por los pitones. Le saluda a pies juntos Mora y el cotillo se va de naja. En su mansa huida, al hilo de las tablas, casi arrolla a Curro Díaz y otros pocos; pero, cuando creía haber encontrado la escapatoria, se encuentra con Israel de Pedro que le calma los nervios a base de jarabe de palo. Exquisito fue el saludo de Mora alternado pitones y gustándose en el cierre por bajo... Crujió el coso de La Alameda. Le avisó por el diestro, aguantó y siguió creando redondos cadenciosos; la siguiente es corta pero intensa, rebañaba el toro e impávido aguantaba el torero. Por el zurdo, además de tardo, tiraba gañafones. Con tesón y buen hacer, Mora, en actitud estoica, se mete la plaza en el bolsillo y corta una merecida oreja tras realizar la suerte natural al matar. Mora dejó invisible el peligro sordo de su antagonista gracias al valor y gran momento que este torero atraviesa. 

Un anciano, a mi vera, melancólico decía: No queremos que nos quiten la fiesta de los toros, pero que nos estafen tampoco. Tiene razón.                        

Se desmonteró Montoliu.

 
     
   
     
   
     
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