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09/09/2005
  (Albacete-España) 2ª de Feria. Un flojísimo encierro de “Los Chospes”, difícil examen sólo superable para Dámaso González
 
Firma: Vicente Casañ
 
     
 

Con algo más de media plaza, se lidiaron novillos de “Los Chospes”, bien presentados, con cuajo y hechuras de toro. Nobles y muy flojos. El tercero, inválido, devuelto por otro igualmente flojo del hierro titular. 5º y 6º, menos débiles pero con poco fondo.

Javier Benjumea, silencio con aviso y silencio

Andrés González, silencio con aviso y vuelta al ruedo tras petición minoritaria

Raúl Izquierdo, que debutaba con picadores, silencio y vuelta al ruedo tras escasa petición

Es muy sencillo. Un coche, por muy bueno que sea, por mucha alta gama que tenga, si no tiene gasolina con o sin plomo, súper o cualquiera de sus variantes, no camina. Esto parece lógico, casi perogrullesco. Pues con el toro de lidia -dejemos lo de bravo- ocurre tres cuartos de lo mismo. Si no tiene fuerza y se cae -al margen de recibir un castigo en varas de simulacro- no hay espectáculo. El animal no se mueve y, a pesar de tener las cualidades de la nobleza y la entrega, no luce. Y ya se tiene uno que inventar faena gorda para sacar de esto algo de provecho.

Y de un toro noble, soso, flojo y sin chispa es difícil extraer una buena labor hasta para las altas figuras del toreo. Por ello es lógico que no se pretenda que tres chavales hagan faenones de quítese usted el sombrero. Por cierto, Raúl Izquierdo, albaceteño de nacimiento, debutaba hoy con los del castoreño. Es pura quimera, casi  un atrevimiento, pensar que este ramillete de novilleros, que en total han toreado esta temporada treinta novilladas entre los tres, pudiera sacar algo brillante con los novillos de “Los Chospes”, a cuál más flojo.
Nobles -nobilísimos-, casi de título, pero muy flojos, sobre todo los jugados en los tres primeros turnos. El cuarto fue el mejor, pues aguantó más sin tambalearse y además con raza y buena condición. Había toro pero no había torero. En efecto, confirmación del axioma. Javier Benjumea, hijo del fallecido Pedrín Benjumea, se hizo un jaleo respetable y no supo por donde meterle mano al animal. Los novillos jugados en quinto y sexto lugar, a pesar de caerse en innumerables ocasiones, tuvieron sus pases al principio de la faena, no más. Los justos para realizar labores aseadas y acercarse al corte de orejas. Uno de éstos le correspondió a Andrés González y otro al debutante Izquierdo. Aquél le extrajo lo que tuvo en dos serias tandas por el pitón izquierdo y a éste le pudieron las circunstancias y no aprovechó lo poco pero bueno que tuvo su oponente. Y entre tanto, más de un bostezo en los tendidos.

Lo más importante de la tarde lo hizo el albaceteño González en el quinto, ese que nunca es malo. Sí que fue bueno el animal, pero lo justo. Lo necesario para que González le enjaretara dos tandas completas por el pitón diestro del animal, un bonito negro astisucio que lució morrillo prominente. Antes, recibió un fuerte puyazo, aunque trasero, y el banderillero “Palomo” tuvo que desmonterarse en el tercio de banderillas. La verdad es que fue una tarde de gran altura tanto en la brega como en banderillas.

Después, el de la casta González dejo buenos muletazos con la muleta en la mano derecha, siendo la clave de la faena el sitio. La distancia. No se debía acosar al animal. Así lo entendió Andrés, obteniendo gran lucimiento, pero cuando se pasó la franela a la mano izquierda, a pesar de que luego volviera a insistir con el otro pitón, el listón de la labor decreció y el novillo se fue acabando poco a poco entre varias caídas inoportunas. Su trasmisión se diluyó entre noblezas. Faena de más a menos que no fue rubricada con la espada -cayó demasiado-, pues tuvo que tirar de tres descabellos para atronar al animal. Cabreo del novillero, que tuvo que dar la vuelta al ruedo ante petición minoritaria.
Con el segundo, al que recibió de larga cambiada de rodillas, comenzó con la muleta sin prolegómeno, lo que significa clarividencia y diligencia por parte del novillero. Su trasteo no destacó en la distancia larga y acabó con muletazos más encimistas de irrelevancia artística. Mal con la espada otra vez y aviso de premio.

A Benjumea se le fue entre proyectos el mejor novillo de la tarde. El animal, que repetía con alegría cuando se le hacían las cosas bien, fue un eficiente colaborador pero Javier no acabó de tener claro su papel. Nervioso, con varios desarmes, vio como se le iba un enrazado “chospe” ya que nunca desplazó la muleta, cuando ni menos ligó los muletazos. No se aclaró. Con su primero, soso, muy noble, sin chispa y flojo, no consiguió elevar el tono de su labor muletera  pues si el animal no tuvo chispa, él tampoco la puso. A pesar de que se desplazó con calidad en el tercio de banderillas, el colorao y abierto de cuerna no acabó apuntando alto. El chaval lo mató de aquella manera.

Y el debutante poco pudo hacer y poco fue lo que hizo. Nada o casi nada fue factible en su primer turno con el tercero bis, pues se devolvió a corrales un inválido del hierro titular. Sensacional los banderilleros de la tierra. Izquierdo, tras brindar a su padre intentó muletear sin que se cayera el animal pero no lo consiguió. Era labor de profesionales. No obstante, en algunos momentos lo logró y surgieron destellos vistosos de gusto. En el último de la tarde, donde se vio el mejor puyazo hasta ahora de la Feria a cargo de José del Olmo, así como una gestión banderillera importante de “El Vïctor”, Basilio y Esperanza, se embarulló bastante y quiso hacer todo, cuando lo que se debía hacer era un poco y al principio, que era cuando el animal, también flojo, lo soportaría.

Y se soportó como se pudo tanta debilidad en los novillos, asunto que debe corregirse para que la excelente nobleza de este ganado albaceteño salga a relucir. De lo contrario, el coche no andará y las furgonetas de los toreros tampoco. Bueno, sólo las de aquellos matadores, pocos, que tengan la capacidad de templar esas buenas pero débiles embestidas. Teniendo presente que templar es quitarle la fuerza al toro que la tiene y dársela al que escasea de ella. Casi nada. Por eso Dámaso González llegó donde llegó.

 
     
   
     
   
     
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