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29/11/2004
  (Quito-Ecuador) El Festival de abono
 
Firma: María de Toral
 
     
 

El Festival, incluido en el abono quiteño, tuvo muchas facetas. Principalmente fue emotivo por el reencuentro de ídolos del ayer con un público que, demostró seguir siendo fiel a ellos, al ingreso mismo de los toreros a la plaza el público quiteño se volcó en aplausos.

Siendo un festival con un rejoneador en el cartel, inició, Diego Ventura. Su novillo se llamó “Petenero”, de Carlos Manuel Cobo, con 370 kilos, bien despuntado y manso sin paliativos, Ventura tuvo que hacerlo todo, arriesgando sus caballerías, de magnífica doma, ante un animal que arreaba más que embestía, que se dolió tanto en los rejones de castigo como en banderillas.

Salvaron la tarde los preciosos caballos y la maravillosa doma que mostraron, el rejón fue caído y trasero y no fue suficiente, por lo que, necesitó tres golpes de descabello para pasaportar al toro.

El segundo de la tarde, le correspondió a Roberto Domínguez, quién fue acogido con auténtica locura por el público de Quito. Su toro de, Cobo-Albornoz hermanos, que no figuraban en los carteles y que son, una rama de Carlos Manuel Cobo. El novillo se llamó “Esmerado”, pesó 383 kilos; negro listón.

Desde el capote comenzó el poema, Roberto Domínguez regaló al público de quito un ramillete de verónicas cadenciosas, con una clase y una suavidad que no habíamos visto en mucho tiempo. En varas el animal cumple, sin más. Se deja dar una puya.

Luego con la muleta, inició apoyado en la barrera, estatuario y, gradualmente fue embebiendo al novillo en la muleta logrando hasta cuatro tandas de derechazos templados y ligados, no pasa a naturales hasta el final de la faena y, demostró tener razón puesto que no tenía un solo pase por ese pitón.

El estoque le quitó la oreja que se había ganado a pulso, primero un pinchazo, luego un espantoso mete y saca, más tarde una media estocada que no fue suficiente y dos golpes de descabello.

El público le aplaude a rabiar, sin importar las fallas con el estoque.

El tercero de la tarde fue para José Ortega Cano, perteneció al hierro de Carlos Manuel Cobo, pesó 377 kilos y se llamó “Mañoso”, castaño chorreado, listón bociblanco de buenas hechuras.

Lo recibió con una tanda de muy lindas verónicas pero, no lo llevó al caballo.

Tras una puya justa y en la que el toro cumple sin más, el animal se aploma y volvemos a ver al Ortega Cano de sus últimos tiempos en activo, toreando con el pico de la muleta, logrando apenas una tanda de mérito. La autoridad, increíblemente, ordena música.

Al llegar a la tanda de naturales el toro se raja, se aquerencia; Ortega Cano se empeñaba en sacarlo hacia los medios y la faena se diluye por último vuelve a la mano derecha y logra una buena tanda, tras dos pinchazos, una estocada casi entera y siete golpes de descabello logra acabar con la faena.

El cuarto de la tarde fue para “Espartaco”, a quién el público recibió con palmas, se llamó “Petenero”, un negro mulato que pesó 365 kilos y perteneció al hierro de Carlos Manuel Cobo.

Lo recibe con dos preciosas verónicas que corta la autoridad ordenando el cambio de tercio, en varas pelea, mete riñón, humilla, mostrando una bravura que llevaba a dudar de su procedencia.

Inicia por derecha con una buena tanda, poco ceñida pero; templada. Por naturales se cola hacia los adentros por lo que vuelve a la mano derecha y entonces sí, se lo faja, lo torea con la mano muy baja, lo lleva con suavidad y temple en muletazos largos y profundos. ¡Es un placer ver torear así!.

Tan a gusto estaba el público que cuando intentó entrar a matar se le pidió continuar, lo hizo en una preciosa tanda que fue coreada, como las anteriores con oleees, largos, largos.

Logra una estocada en el hoyo de las agujas pero, desgraciadamente el puntillero lo levantó dos veces. La autoridad dio las dos orejas sin pensárselo apenas.

El quinto de la tarde fue para el ecuatoriano Antonio Campana, perteneció a Cobo-Albornoz, se llamó “Esmerado” y pesó 355 kilos.

El ecuatoriano salió decidido a triunfar los recibió con bonitas verónicas que, desgraciadamente, no fueron a pies quietos, dio también unas buenas revoleras, lleva el novillo al caballo, con chicuelinas al paso. En varas el animal se defiende, golpea el estribo, ni humilla, ni empuja.

Campana brinda su toro a “Espartaco” y al “Juli”; su presencia en el ruedo levantó un verdadero clamor en el público.

Con la muleta da buenas tandas, fajándose el toro pero, con los pies siempre en volandas, sin plantarse. Intenta naturales pero en realidad el novillo no tiene un solo pase por ese pitón.

Luego vienen los adornos sin sentido, tirar la muleta y descararse ante el toro, tomarlo por el pitón, arrimarse de rodillas al pitón, en fin; argucias para llegarle al público.

Desvirtúa así lo hecho antes. Cabe anotar que cala en el público al extremo de que éste, pide que indulte al toro, menos mal no se presta a la petición y mata con una estocada atravesada. Una vez más el puntillero levanta al novillo dos veces.

La Autoridad da las dos orejas y el público llega a pedir el rabo, el novillo es premiado con la vuelta al ruedo. El sexto de la tarde fue para Diego Rivas, torero ecuatoriano, el novillo de Cobo-Albornoz hermanos, se llamó “Bohemio” y pesó 362 kilos.

En el capote no se vió nada que valiera la pena. En varas el animal se defendió sin pelear y luego, en la muleta… pues una serie de muletazos dispersos, sin ligazón. Una faena que no se estructuró pero, ¡a la que la Autoridad premió con música!

Tras una buena estocada terminó el sin sentido de esa sosísima faena.

Ortega Cano y Roberto Domínguez regalaron un sobrero para torearlo alternativamente. El novillo se llamó “Fugitivo”, del hierro de Cobo-Albornoz hermanos de 392 kilos, un castaño chorreado de linda estampa que recibió Roberto Domínguez con preciosas verónicas. Luego es Ortega Cano quién lo capotea sin mucho lucimiento.

En varas el novillo cumple sin más, se deja pegar. El “Tortuga”, en clamor de multitudes pone un par de banderillas y sale comprometido, le hace el quite José Ortega Cano.

Con la muleta, Roberto Domínguez lo amolda con unos trincherazos que son un poema y Ortega Cano lo torea con mando pero, con el pico de la muleta.

Luego el novillo se daña una mano y, termina la tarde con un pulmonazo.

 
     
   
     
   
     

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