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Esta era la frase que más se oía en el 7 al final del último (para nosotros) festejo del largo serial: “Hoy fin de fiesta en el circo”. Porque al haber sido herido Abellán al entrar a matar a su primero, El Fandi tuvo que matar tres medios-toros en vez de dos. Pero lo malo no es que además tuviese que destorearlos a los tres con capote y muleta, sino que aprovechó su sesión continua para martirizarnos a los aficionados con nueve pares de banderillas, más uno de regalo en el último, con sus piruetas circenses, sus recortes, sus saltos, sus puestas de los palos a cabeza pasada en cada uno de ellos. Un total de diez veces tuvimos que soportarlo, ¡rediez! Pero, por lo visto, el resto de la plaza salió satisfechísimo de la actuación del contorsionista granadino, pues no paró de aplaudirle y vitorearle en todos sus “divertidos y graciosos numeritos” con los palitroques. Eso sí, no puso ni un par de poder a poder ni asomándose al balcón. Debemos ser muy raros los del 7, porque nos pasamos la tarde dándole palmas de tango.
Así, con esa sensación, acaban los largos seriales para el sentir del "7" La corrida anunciada de La Palmosilla tuvo que ser remendada con dos de Mari Carmen Camacho. También hubo baile de corrales y eso que no eran figuras los de la terna de hoy. Para terminar de arreglar la cosa, el señor Trinidad del palco, se negó a cambiar varios de los inválidos que salieron por chiqueros, mantenidos en el ruedo porque...le dio la gana. Sólo se atrevió a cambiar el último, sustituido por uno de El Torero, por lo que hoy vimos, una tarde más, medios-toros (feos, flojos, mansos, descastados, algunos anovillados, otros sin pitones ni remate, pero todos lelos - nobles -o domésticos) de tres hierros distintos. A todos se les simuló la suerte de varas y fueron pitados en el arrastre.
El primero de la tarde fue un manso y descastado inválido, que perdió las manos varias veces y llegó a la muleta de Abellán hecho un auténtico marmolillo. Tras varios intentos infructuosos y ver que era imposible hacer faena, tomó la espada y entró a matar fallando a la primera tras un pinchazo en los bajos. A la segunda le recetó un pinchazo hondo pero el toro le tiró un derrote que le alcanzó en la boca, hiriéndole de gravedad. El Fandi terminó descabellándole.
El primero de Daniel Luque era un impresentable y anovillado inválido aunque el único que tuvo algo de casta, por lo que le puso varias veces en dificultades al revolverse y hacerle hilo, con la suerte de no tener fuerza y perder las manos, lo que le salvó de males mayores. El otro fue otro inválido anovillado, con más cara pero descastado, protestadísimo al derrumbarse varias veces pero al que el palco mantuvo en el ruedo. Al ver que las protestas seguían tras intentarlo brevemente con la muleta acabó con él al segundo intento de un bajonazo de escándalo. Vaya final del paso por Madrid del joven de Gerena.
En resumen, circo en Las Ventas. Como si estuviésemos en invierno. Como además hubo payasos, equilibristas, corredores, contorsionistas y caballos sólo faltó algún león o algún tigre de Bengala. Y hoy, por fin, ha terminado para los del 7 el largo serial de corridas a pie de las ferias de San Isidro y Aniversario de este año puesto que mañana, al numerito de los caballos y sombrerazos de los caballeros con toretes reglamentariamente despuntados, nos negamos. Bastantes mermas latentes antirreglamentarias hemos visto ya en la integridad de los toros que nos han colocado los taurinos en ambas ferias para soportar lo de mañana.
Por tanto me despido aquí de los lectores que han soportado mi mal humor durante todo este tiempo, agradeciéndoles su fidelidad, pero es que los taurinos no me han dado tregua ni concedido otra opción, destrozando casi todos los días mis ilusiones de aficionado. Mi forma de entender el toreo (como la de la mayoría de los del 7) no tiene nada que ver con lo que considera esa masa aplaudidora, orejera y triunfalista que actualmente acude a las plazas españolas, incluyendo este año también a la mía, la de Las Ventas de Madrid. No sé si el año próximo seguiré con esta afición que dura ya más de sesenta años porque estos sinvergüenzas taurinos y los amigos de su entorno, a los que he estado denunciando cada día, hacen que cada vez nos queden menos ganas a los aficionados de seguir siéndolo, o al menos asistiendo “in situ” a la plaza. Algunos amigos míos han comenzado a optar por leer libros de toros de tiempos pasados a la hora de las corridas y me aseguran que se lo pasan mucho mejor recordando la historia de la tauromaquia que si acudiesen a la plaza. Y es para pensárselo. Por eso, sin marcarme por ahora ningún periodo de reflexión, me despido diciéndoles: ¡Hasta la próxima ocasión, amigos y fieles lectores!
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