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Última corrida de a pie de estas ferias encadenadas que más parecían una recreación del purgatorio, el que dicen que no existe, que una celebración en honor del Santo Patrón de Madrid y para homenajear a la primera plaza del mundo, por cumplir años cada doce meses. Todo correcto, excepto eso de toreo de a pie, pues por momentos parecía que estábamos en el prólogo de lo que sucederá en la clausura, carreras, velocidad a raudales y más palmas que el Domingo de Ramos.
Daba igual que la sosería inválida bicorne viniera de La Palmosilla, que no logró completar una corrida, que viniera de Carmen Camacho, que como tampoco lo conseguía, ahora se dedica a remendar las vergüenzas de otros, o de El Torero, de donde era el sobrero. Animales no aptos para la lidia, y sí para que corrieran como si estuvieran en un “Corre Bous” o para empanarlos en la arena de las Ventas. Siempre con la colaboración del señor presidente.
Miguel Abellán pagó con sangre la escasa fuerza de su primero, que esperaba y se defendía y en un derrote al entrar a matar, pegó un golpe seco en la cara al madrileño, que en los primeros instantes no parecía herido de consideración. Se llevó la mano a la cara y súbitamente se desvaneció y tuvo que ser llevado a la enfermería, de la que ya no volvió al ruedo. Daniel Luque trapaceó a sus dos toros a pesar de la poquita fuerza de ambos, aunque su segundo no le duró ni un suspiro, lo que seguramente le habrá agradecido con creces al usía del palco, don Trinidad, que otras tardes sacaba el pañuelo verde sin que le temblara el pulso, pero que hoy no sabía donde lo había guardado.
El tercer espada, que iba de segundo y que tuvo que matar tres toros, era El Fandi. Realmente no sé que decir de él, lo que sí tengo claro es que hay que decirlo ”muyrrápido”. Sobre lo de pegar trapazos y trallazos no diré nada, seguro que ya habrá quien analice su actuación con más detalle. Pero lo de las banderillas es para verlo. Es un despliegue de facultades impresionante, un correr y correr que agota solo de verlo. Luego clava sacando el culo, con brincos, cabriolas y caballazos más propios de la cuadra de Hermoso de Mendoza o de cualquiera de la Zarzuela o Lasarte, que de una plaza de toros. Es que los rejoneadores no van tan rápido. Pero como si fuera una tarde de rejoneo, el público deliraba hasta cuando dejaba la montera boca abajo en los brindis. ¿Será posible que de diez pares que ha puesto, ninguno lo haya clavado en la cara del toro? Pues lo es, ya lo creo. Pero ya que pone tanto empeño en parear, ¿por qué no lo hace con los mismos rehiletes que lo hacen los peones? y ¿por qué en el toro que ha matado en lugar de Miguel Abellán, no nos ha dejado ver a El Chano?El Jaro en apuros al parear al primero Diez pares y resulta que el único momento que me ha despertado del sopor ha sido el par de banderillas que El Jaro ha puesto al primero de la tarde, uno de Carmen Camacho. Sin fuerzas, inválido, perdiendo las manos a la más mínima exigencia, ya esperó en el primer par por el derecho, fue algo mejor por el izquierdo y en el tercer par, el segundo que prendía El Jaro por ese pitón, volvió a esperar y cuando el torero llegaba a jurisdicción, ahí pegó un arreón que le puso en serios apuros. Esta vez falló, pero unos momentos después dio muestras sobradas de su mala condición. Era el preludio de una tarde anodina y gris, en la que toda emoción era ver carreras desbocadas de un señor vestido de luces, que más parecía estar calentando motores para la corrida de rejones, que lidiar y matar a estoque a los toros, aunque estuvieran tullidos.
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