Este era el comentario general de los del 7 al final de la corrida. Todo fue vulgar, nada fue especialmente sobresaliente. La emoción del toreo no puede existir con el medio-toro, sólo la vulgaridad, eso es lo que se aplaudió hoy en las Ventas.

Otra corrida con un tercio de plaza ocupada y dos tercios de...cemento a la vista. Otro cartelón para atraer...turistas, pues llevamos unos días que, como en las taquillas están de brazos cruzados, se ha debido correr la voz entre las agencias de turismo y se ven tantos “guiris” como en el verano. Esto es lo que han conseguido entre la empresa y la CAM que lo aprobó, que la afición de Madrid deserte. Claro que aún quedamos los “tontos” del 7, que seguimos acudiendo por si suena la flauta. Pero hoy solamente hubo vulgaridad en todo, hasta en los aplausos.

Y otra corrida de medios-toros, esta vez “atanasios” de Javier Pérez-Tabernero, faltos de casta y de transmisión, todos mansos (a casi todos se les dieron picotazos, simulando la suerte de varas), con la presencia justa, con los cuernos justos y con las fuerzas aún más justas. Pero, eso sí, todos lelos, o sea nobilísimos, es decir, lo que tanto van buscando los taurinos para hacer el toreo moderno, ese tan despegado y sin emoción de riesgo alguno. Se les caían las orejas y les decían a los toreros: “cortádnoslas, hombre”, como si fuera terapia de grupo para toreros necesitados de triunfos. Tras lo visto hoy no entendemos cómo no los piden las figuras. En cuanto se corra la voz, seguro que los veedores los buscan como locos. Todos embestían pastueños y cuando ya no podían ni moverse, quedándose a mitad del viaje o perdían las manos al final de las faenas, ni siquiera protestaban o cabeceaban. Hubo uno que se quedó sorprendido mirando a su matador cuando éste perdió el equilibrio y cayó en la cara. Así de buenos eran, como Sor Gertrudis. Pero con estos medios-toros sólo se puede hacer el toreo moderno, el de hoy, el toreo vulgar, el toreo sin emoción.  

Y vulgar estuvo hoy Ferrera con dos animalejos casi domésticos, que admitían todo. Tanto sus carreras en banderillas, como sus saltos hacia atrás, sus tirabuzones en la cara, sus recortes, el par del retrovisor, los pares al cambio por los adentros (para nosotros lo único que se salió de la vulgaridad). O sea que sacó todo su repertorio completo. Eso sí, ni un par de poder a poder, que son los que ponen los buenos rehileteros. Y luego con la muleta fue...ferrari, acelerando más que el coche de Alonso. Ojalá tuviese el piloto asturiano un motor como el del torero extremeño, aunque nacido en Mallorca.

Sergio Aguilar no salió de su acostumbrada frialdad

El vallecano Sergio Aguilar volvió a desperdiciar otra oportunidad de oro para triunfar en esta plaza, con dos medio-toros a los que debería haber reventado, pero su frialdad le pudo. Nunca se fajó con ellos, nunca llegó a calentar a los tendidos. Todo quedó de nuevo sumido en la vulgaridad, quiere pero no puede, apunta pero no termina nunca de disparar. Y no creemos que tenga muchas otras oportunidades, pues no suele tocar la lotería cada día...salvo que presidas la Diputación de Castellón, claro.

El triunfador fue el albaceteño Rubén Pinar, otro joven que practica la vulgaridad del toreo moderno y que esta tarde estuvo cerca de abrir la puerta grande. Sorteó un tercer medio-toro que de salida mostró una tendencia clara a vencerse por el pitón derecho, como si le hubiesen tentado antes por ese lado, lo que provocó la alarma en la cuadrilla. Obligado, por tanto, a presentarle la muleta por el izquierdo le dio varias tandas de naturales modernos, o sea de dentro a fuera (en vez de al revés), despatarrado, retorcido, aunque procurando ligar los pases, algo que consiguió varias veces. La plaza le aplaudió su esfuerzo y como acertó con la espada, cobrando una buena estocada arriba, aunque algo atravesada, parte del público feriante pidió la oreja que don Julio, en el palco, otorgó encantado. La verdad es que en el 7 no se protestó en exceso esta vez, quizás por su ejecución de la suerte suprema, aunque la faena no salió nunca de la vulgaridad.

El sexto perdió las manos varias veces, mostrando debilidad, pero hasta que no lo hizo tras un par de banderillas no fue devuelto a los corrales, esta vez lo hizo el del palco por su cuenta, casi nadie lo pidió. En su lugar salió un sobrero de Valdefresno, mucho más inválido que el sustituido pero don Julio lo mantuvo en el ruedo. Lo que ocurrió luego es que cada vez que Pinar le bajaba la mano o le pedía repetición su falta de fuerzas le hacía claudicar, desluciendo todo lo que intentó el torero.

Nunca salió la corrida de la vulgaridad, de la falta de verdadera emoción, la que provoca el toro en plenitud, el toro-toro, ese que sabemos que está en muchas dehesas pero que casi nunca vemos en Las Ventas, el que no quieren los toreros. Los pesebreros dirán que los medio-toros de hoy “se dejaron”. Pero en el 7 no admitiremos nunca esa horrible y vulgar expresión, pues un toro de lidia no es un animal doméstico y su obligación es cornear y matar, no dejarse. Aunque en Las Ventas se aplauda ya todo, incluso la vulgaridad en toros, toreros y público feriante. Hoy han llegado a aplaudir incluso a los areneros, tras barrer las boñigas que dejaron los cabestros cuando han conducido al sexto a los corrales.