Interesante tarde de toros la ofrecida por los de Javier Pérez Tabernero. Algunos se comían las muletas y en general la casta estaba presente. Uno muy grande de 618 kilos fue al corral por desplomarse dos veces y el presidente estuvo tan rápido en avivar el pañuelo verde que a alguno le sorprendió mientras Florito ejecutaba la danza de los siete bueyes. Salió uno de Valdefresno que no tuvo mucho fuelle. Era viernes, en la plaza había vacíos, salieron toros y toreros, parecía domingo. Ferrera se presentó en por los adentros en el tercer par de banderillas; los anteriores de circo. Tuvo el toro de la tarde, el toro de la NBA porque llegaba al tablero y acampanado machacaba. También humillaba y se comía la muleta. Ferrera estuvo por allí pero nunca demostró ni mando ni poder. Su segundo se quedó sin alma pronto y las muy hipotéticas posibilidades de Ferrera murieron mal. Sergio Aguilar miraba con envidia alrededor. Yo también quiero toros que embistan pensaría. Su primero se quedaba corto por el izquierdo. Lo vivió con susto Sergio Aguilar tras de la cuarta manoletina. Poco sentimiento ascendió al tendido que vio una estocada contraria y la muerte de cerca. Su segundo se presentaba a quites entre S.Aguilar y Pinar empatando a chicuelo as y medias Verónicas. Ofuscose el diestro y apretó el toro quedando el espacio en una explosión de humo y una estocada caída. Pinar en su primero ejecutó un ramillete de naturales largos y ligados Rubén Pinar ascendió a los cielos y descendió a los infiernos en una sola tarde. La ascensión se dio con su primero y cual Conde de Orgaz su ascenso fue admirado. Por bajo y ante un animal codicioso y transmisor. Sentido. Sin un cuajo en conjunto pero con altos muy sentidos. Mató y paseó una oreja muy unánime de Madrid. Luego el descenso en picado y cual kamikaze japonés de la segunda guerra mundial. Explosión. Por fuera y alejándose del cacho. No era el de antes. Se perdió en los espacios madrileños pues si cortaba otra oreja la mozárabe se abría y eso debe dar vértigo y condiciona a un torero. Tanto condicionó ello que ansiando hacerlo de capital la cosa salió de pueblo.
|