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Cuanta ilusión despiertan las novilladas en los aficionados, por ver a los nuevos valores, por comprobar eso que se dice de que las novilladas salen mejor que las corridas de toros. Y como ya he comentado en otras ocasiones, no resulta fácil dibujar la ilusión, siempre hay que ponerle una cara, un color, una figura. La ilusión por ver a un torero de dinastía, Diego Silveti, que puso voluntad y cierto atropello y aceleramiento en su labor, pero que no respondió a las expectativas del personal. Víctor Barrio parecía cumplir todos los requisitos para ser ese objeto de deseo de quien coge un lápiz y unos pinceles, pero el aburrimiento y sosa parsimonia al final tampoco quedan bien en el papel, el resultado es demasiado estático.
El remate de Rafael Cerro con el capote Tuvo que ser el tercero del cartel Rafael Cerro quien llenara de satisfacción al que dibuja y quien por dos veces le hizo exclamar ¡Miiira! Aunque a pesar de lo que se podía suponer leyendo las crónicas, no fue en la lidia del buen sexto que iba y venía a la muleta del extremeño como un avión. De todos los pases a ese toro, ninguno era para dibujar, ni para ningún intento de crear algo bello. Fue con el tercero del Ventorrillo cuando en respuesta a un quite por delantales con cierta gracia y cierto temple, surgió el chispazo en una larga de pie, muy lenta, llevando mucho al toro y rematando dejando al toro en el sitio. Fue por el pitón derecho, toreando mucho y tirando del burel con toda naturalidad.
Un largo natural por bajo El segundo destello fue al comienzo de la faena de muleta en este mismo toro. Se esperaba más de los otros dos alternantes, pero Rafael Cerro parecía convencido a convertirse en el protagonista de la tarde. Empezó el trasteo rodilla en tierra, dominado la embestida del toro, con pases largos para prolongar el viaje del novillo y en uno de ellos al natural, lo metió en la muleta, templó, tiró del colorado y le enjaretó un estupendo natural por bajo que recordó los tiempos en que su maestro, hoy en un trance complicado, se los daba a un toro de Martínez Benavides en aquellas tardes de competencia con Robles y Rincón. Lo que vino después se puede archivar tranquilamente en la carpeta del toreo moderno, pero al menos durante unos segundos se nos despertó de nuevo la ilusión por las novilladas. |
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