El futuro de la fiesta lo marcan las novilladas. En ellas podemos ver a los futuros aspirantes al siguiente escalafón y detectar sus virtudes y defectos... Pero centrándonos en el toro, que es al que dedicamos esta sección, también podemos vislumbrar el futuro de éste o aquél hierro; como van a ser sus cuatreños. Visto el comportamientos de los utreros del Ventorrillo, vaticinamos un futuro oscuro. La novillada de hoy no ha mostrado algo que va aparejado al animal joven, que es la frescura, la vitalidad,  han embestido cansinos, aviejados. No quiero ver los cuatreños futuros.

En conjunto ha sido una novillada sin fuste, siendo generosos de poco fuste. Nuestra generosidad la basamos en el sexto de la tarde, que sin ser bravo, dio juego en la muleta de Rafael Cerro.

Este jabonero sucio era 'Superdotado'

Superdotado era su nombre –lo vamos a dejar en dotado-, lucía una bella pinta jabonera sucia. Guapo, enseñaba el hocico por delante, abrochado y ligeramente tocado de pitones acaramelados. Un dije se dice en el argot. Embistió soso y yéndose de la suerte además de flojear de salida. Fue bien tratado de varas, con mimo, y en banderillas se dejó, pero apretó para los adentros. En la faena de muleta, las primeras tandas fueron más vivas, para ir decayendo en ímpetu a medida que se alargaba el trasteo. Repitió siempre con nobleza por ambos, aunque sus embestidas iban más mandadas por la inercia que por sus riñones. Fue a menos  y terminó rajadote. Bueno para el torero y el torero para él que al descargar la suerte ayudó la dulce embestida de Superdotado. El primero del lote de Rafael Cerro, tercero de la tarde, era más feote. Se enlotó bien: el feo y el guapo. Bautizado como Rompe Puertas, colorao, altote, pobre y romo de pitones. Quiso quitarse la puya a cabezazos. En el quite llevó la cara por las nubes y en banderillas espero a los rehileteros. Tuvo poco fondo en la muleta; varias tandas sin humillar y de repetición tontuna, fue todo lo que dio de sí este Rompe Puertas, un manso descastado, repetidor de poco fondo y entrega.

Diego Silveti abrió plaza con Hilandero, que era bonito -algo regordío-  y de buena presencia. Ya en el saludo de capa se mostró soso. Le cuidaron en varas; no se emplea  y huye en el quite manso cual oveja. Suelto y rajado cubrió el segundo tercio. Se arrancó de largo en la muleta descompuesto y buscando el bulto por el derecho. Por el zurdo se volvía contrario, no quería coles, muy deslucido. Fue manso que desarrolló y, en los finales de faena, volteó al torero mejicano. Cuarentón fue el cuarto de la tarde, alto y lleno, cómodo, de cara abrochada; colorao ojo de perdiz y bociblanco. Tampoco puso bravo interés en los lances de recibo... Pasó. Empujó fijo y salió repuchado del segundo encuentro. Había sido insípido su comportamiento en los dos primeros tercios y así acabó su historia. Sin poder con su alma, lució medio viaje cuando más por el zurdo, y, aunque repetía por el derecho, todo quedaba en la penumbra. Cuarentón fue manso sin casta, soso y aburrido durante la lidia. Le pregunté a un vecino, éste sesentón: Nos aburrimos Alfonso. ¡Ea!... Me dijo. Expresión corta que en mi tierra aclara un todo y, además, encierra un largo enigma, dejando abierta la imaginación del interlocutor para que añada todo lo que quiera.

Victor Barrio lidió primero a Turco y después a Platero. Turco ha sido el más basto el encierro, con volumen y seriedad; de pelo castaño retinto. Sacó la gaita por arriba en los primeros capotazos. Picotazo y huida a toriles de primero, y rubrica su mansura poniéndose a escarbar; en la segunda entrada, repite todo y vuelve a firmar. En banderillas sacó pies. Los gastó todos... En la muleta sólo se vino de largo al inicio, pronto, en la tercera tanda, empezó a puntear como señal de que la cosa se estaba acabando... Y se acabó. Fue manso y colaborador en la muleta. Noble, aunque duró poco. Platero fue más descastado aún, que ya es decir. Era castaño de reseña, pobre de cara y terciado. Hoy los más serios han salido por delante. Nos pareció. De salida, como sus hermanos de camada: sosea. Flojeó antes de varas y más después. Lógico. La cosa iba a peor y en sentido acumulativo, en banderillas sosea, flojea y mansea. Después de esto hacía falta un milagro. Repetía noble y sin poder, las tandas eran inexistentes, no llegaba al tercer muletazo. El milagro no se produjo. Nos fuimos. Lo peor es que vislumbramos el novillo de los tiempos modernos.