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Habitualmente los días en que se anuncian corridas del arte del rejoneo traigo aquí mis recuerdos, vividos o escuchados, de rejoneadores de otras épocas y de su actividad como torero a caballo, pero hoy no cumplo ninguno de estos preceptos. Hoy la memoria me tare a Conchita Cintrón, la Venus rubia, la rejoneadora peruana nacida en Chile, con pasaporte norteamericano. Una torera de la que siempre he oído hablar con muchísimo respeto, a la que los aficionados equiparaban con los varones, que eran los dueños absolutos de la fiesta.
Siempre escuché el prodigioso conocimiento que tenía de los terrenos y la verdad en el momento del embroque, dejando llegar al toro para clavar en el momento preciso y no a la grupa, como ocurre en la actualidad. Para valorar estos dos detalles, fundamento del toreo, es necesario ponerse en situación y pensar en el tipo de toro que salía a las plazas en los años cuarenta, un toro mucho más encastado, con mucha más movilidad y que no esperaba a que le decoraran como un Belén.Conchita Cintrón a caballo y ... a pie Pero además de por su toreo a caballo, Conchita Cintrón era muy conocida por su toreo a pie. En unos momentos en que la legislación española no permitía que las damas echaran pie a tierra, lo que hizo que no frecuentara los ruedos españoles con la frecuencia que los aficionados habrían deseado. Pero esto no impidió que la leyenda de la amazona creciera, alimentada por aquellos que afirmaban haberla visto con el capote y la muleta en la mano y que hablaban maravillas. Aseguraban que habría podido alternar con todas las figuras de la época, sin desentonar lo más mínimo. Y tanto y tanto creció la leyenda, que se llegó a decir que piso la arena de la plaza de Madrid, toreando en exclusiva para una gran autoridad del régimen. Se cuenta que el mismísimo Franco, quien tenía el poder suficiente para cambiar las leyes que se le antojaran, pero que a la vista está que carecía de esta decisión, pues parece que pidió a Conchita Cintrón que toreara para él a pie en Madrid, a puerta cerrada. Yo he escuchado las dos versiones, unos que lo aseguran con absoluta certeza y otros que solo le dan el valor de ser una leyenda. A mi la verdad es que las dos versiones me parecen válidas e igualmente atractivas, pensando que la una y otra posibilidad pueden ser verdad.
Luego ya hubo más amazonas que torearon a caballo, incluso hoy en día, pero contrariamente a lo que ocurría en esos años de prohibición, hoy resulta más fácil poder ver a una señorita torera con el traje de luces, que a una señorita amazona toreando a caballo. De cualquier forma, sean de uno u otro sexo, lo que el aficionado demanda es ver a quien sabe torear, que no es poca cosa.
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