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La corrida de la prensa como acontecimiento taurino. Fuera del abono de la feria de San Isidro, montada de acuerdo con los gustos de los aficionados, toros elegidos con mimo por el ganadero y una terna de toreros que ya han demostrado sus dotes lidiadoras y su poder para enfrentarse al toro encastado. Pero todo esto con tan buena pinta no corresponde a tiempos recientes, esto ocurría hace treinta años, el 6 de julio de 1981, en que la Asociación de la Prensa de Madrid organizó una corrida concurso de ganaderías, con toros de Miura, Victorino Martín, Benítez Cubero, al que sustituyó un sobrero de Nieto, Guardiola Fantoni, Torrestrella y Torrealta, que fueron estoqueados por Miguel Márquez, José Antonio Campuzano y Pepe Luis Vargas. Además se contó con la presencia de la cuadrilla del arte, compuesta por Manolo y Pepe Ortiz y Curro Álvarez.
Habrá quien añore aquellos tiempos y quien pensará que los organizadores de aquella corrida tenían mejor gusto que los de ahora, pero tampoco es eso, quizás la diferencia sea que tenían más donde elegir y que pensaban más en el aficionado. Que nadie se piense tampoco que en aquellos días se ataban los perros con longaniza; solo hay que echar un ojo a las crónicas del momento. A Miguel Márquez se le censuró que permitiera el excesivo castigo que se llevó el Victorino, pero en cambio se valoró como debía su valentísima actuación con el de Miura. Menudo compromiso para pasar la tarde.Miguel Márquez con un Victorino De Campuzano se alabó su capacidad lidiadora, pero en su contra se le reprochó que se le escapara el de Torrestrella y que no supiera aprovechar sus buenas condiciones. Pepe Luis Vargas, un torero artista, uno de los últimos representantes verdaderos de la gracia sevillana, y que no tuvo la suerte que el aficionado del momento le deseaba.
La corrida de la prensa tenía la suficiente importancia como para no tener que estar incrustada artificialmente en la feria, esperando que el abonado sacara la entrada aprovechando el tirón y la euforia del momento al renovar el abono. El calendario y la temporada taurina se confeccionaban de otra forma. No eran necesarios ni cumpleaños, ni aniversarios. Esas corridas de toros se daban en junio, julio y agosto con toros y toreros que interesaban y que conseguían que el aficionado fuera a la plaza. La Beneficiencia la toreaban los triunfadores de la feria y no había quien no quisiera ver a los que tres días antes habían puesto la plaza boca abajo. Y el jueves siguiente o el posterior, ya se sabía que era la prensa, que en aquellos años se decidió que fuera una corrida concurso. Bendita costumbre. Pero en esto, como en todo, las cosas no son como eran.
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