Es una buena costumbre de la afición de Madrid, aplaudir antes de la salida de los toros, porque es bueno demostrar memoria y agradecimiento a aquellos que han toreado bien, aunque a los espectadores más ocasionales les despiste un poco. A los aplausos les costó arrancar y a los toreros recogerlos. Juan Mora se mostró remiso a salir e incluso esbozó el gesto Esperanza Aguirre de levantarse a saludar, que no es cosa de dejar pasar unos aplausos. Finalmente Mora se dio por aludido, salió a los medios y desde allí invitó a Manzanares a acompañarle, lo que hizo con menos consenso de la concurrencia. Tiene Juan Mora una ventaja que es la brevedad, no tanto por la reducción del tiempo, sino por la mejora del ritmo. En un espectáculo como los toros demasiado lleno de tiempos muertos y sin una ordenación dramática de la acción, el gesto de salir con la espada de verdad y deshacerse del toro cuando la faena ha alcanzado su culminación tiene mérito y tiene sentido. Más discutible es la faena al cuarto toro, pero bello fue su desenlace en los medios. Chiqueros, apunte de Carlos Aguilar Poco más dio de sí la última corrida glamourosa del abono. Baile de corrales previo, al anunciar una corrida que no existía y baile en el ruedo para intentar sortear las tarascadas de los mansos. Pero al menos nosotros ya habíamos aplaudido preventivamente.
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