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Las novilladas, sean de feria o no, es como si por arte de magia nos pudiéramos asomar un poquito al futuro. Es como si un mago malvado nos quisiera amargar la tarde y nos dijera ¿quieres ver lo que viene? Y a ver quién es el guapo que no cae en la tentación. En el segundo festejo para aspirantes a figuras nos hemos encontrado precisamente con eso, unos jovencitos que quieres ser “figuras del toreo”. Una expresión que sobre todo ahora, no es un valor demasiado en alza. Empezamos por el ganado, que en algunos casos puede llegar a tener casi la misma presencia que los toros que matan las figuras en algunas plazas de por ahí. Si acaso puede que les diferencie el que los novillos son un poco más espabilados. Unos Montealto a los que se ha lidiado muy mal, no solo con las carencias propias de la edad, sino que también había falta de oficio e incapacidad para algo tan básico como es fijar al toro en los capotes. Puede que el único que haya visto cierto orden en el ruedo haya sido el segundo, al que se ha puesto al caballo con cierto interés, que ha empujado con fijeza, que casi nos hace creer que era bravo, pero al que ha delatado el salirse suelto del capote y dolerse de los rehiletes al sentirlos en el lomo. Como dicen los que saben, ha habido varios novillos que han valido, yendo y viniendo a la muleta con tanta generosidad, que hasta ellos mismos se ocupaban de torear a los que debían torearlos.Sergio Flores con el capote En ese espejismo de buena lidia saltó el chispazo que hoy un servidor se iba a encargar de dibujar, precisamente en las verónicas de recibo de Sergio Flores, que si bien se aliviaba por el pitón derecho, por el izquierdo se sentía más a gusto, embarcaba la embestida del Montealto, tiraba de él y lo despedía para enganchar el siguiente lance, para acabar con una garbosa larga afarolada. No podía dejar pasar la oportunidad de rescatar un buen momento con el capote. Seguro que se acabará la feria y contaremos el toreo a la verónica con los dedos de una mano. César del Puerto en su primer par
Como muchas otras tardes, desde hace años ya, y lo que casi es una tradición, ha sido un torero de plata el que se ha abierto paso en el papel. César del Puerto ha cogido los palos en el sexto y ha puesto un par gustándose y con naturalidad, aguantando cuando el novillo le apretaba. En el segundo encuentro se ha querido adornar con el oropel que deslumbra en esta época, con salto, sacando el culo y clavando desde lejos. Evidentemente el resultado no fue el mismo. Quizás podría haber elegido algún pase de Thomas Duffau, pero cualquiera podrá hacerse una idea si digo que pretende hacer los mismos sortilegios que sus mayores. Pronuncia las palabras mágicas y empieza todo el repertorio de pases por detrás, por delante, abusando del pico, con ese toreo en línea, citando fuera de cacho y rematando lo más lejos posible y lo que el brazo pueda dar de sí. Aunque él parecía encantado consigo mismo, será mejor que no deje de aprender y si es de otros brujos con mejores encantamientos, mejor. Sergio Flores que pareció que nos iba a hacer un truco de esos de nada por aquí, nada por allá, en seguida se dejó ver el truco y exhibió una sucesión de pases sin lógica alguna y sin tener en cuenta el animal que tenía delante. El mismo pico, las mismas prisas y la misma falta de sustancia en la pócima que nos estaba preparando. Se esperaba más de López Simón, torero al que yo vi hace tiempo mostrar un concepto clásico del toreo, pero que a medida que ha ido progresando en esto de la tauromaquia ha ido abandonando. Ahora cree que es más fácil hipnotizar a toda la plaza con ese toreo a base de mantazos de rodillas y con esa manía de abusar del arrimón, no se sabe si para leer su futuro en los ojos del toro o para cuchichearle al oído alguna fórmula mágica. De momento creo que tendrán que seguir aplicándose y conformarse con ser unos vulgares aprendices de brujo. |
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