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Lo habitual casi se ha convertido en extraordinario en la complicada tarde del Partido de Resina, de los que solo se lidiaron cuatro, que no dieron ni una facilidad a los toreros, entendiendo por tales todos los que les han tenido que plantar cara a pie o a caballo. La conjunción entre la complejidad del ganado, sus dosis de mansedumbre y la falta de costumbre y justa pericia para lidiar este tipo de toros ha hecho que la emoción estuviera presente durante toda la tarde. Destacaron por su complejidad el sobrero de los Chospes que salió en segundo lugar, feo y con aspecto más de buey que de toro de lidia. Serafín Marín mostró disposición, aunque no siempre pericia, aguantó el molesto calamocheo, las bruscas arrancadas y la incertidumbre que éstas provocaban. Pero ahí estuvo el catalán intentando estar cuando menos aseado. No se podía hacer demasiado y mucho menos intentar torear bonito a base de derechazos y naturales, pero en toda lidia siempre hay un momento en el que el matador tiene oportunidad de justificarse y es en el momento supremo. Y Serafín Marín respondió a esa exigencia. Como si presintiera que este instante iba a merecer ser dibujado, se cuadro y se tiró detrás de la espada para acabar como los toreros, muy derecho y sin importarle lo que tenía delante quedó enganchado dramáticamente del pitón derecho durante un tiempo que parecía una eternidad. Sujeto a la espada y a la muleta aguantó con el pitón en el pecho hasta que el toro se deshizo de él. La sensación en la plaza era que podía haber ocurrido cualquier cosa, pero la fortuna quiso que el torero acabara saliendo andando y que el de los Chospes rodara sin puntilla.
Serafín Marín prendido al entrar a matar Fue en el complicado quinto, el segundo de Serafín Marín, cuando se produjo el otro momento que había que dibujar. Uno del Partido de Resina al que nadie logró fijar en los engaños, que deambuló a su antojo por el ruedo, yendo de un caballo a otro en medio del caos, caos del que surgió en el segundo tercio Vicente Osuna. Aguantó la arrancada del toro, teniendo que hacer verdaderos esfuerzos para poder ganarle la cara, para cuadrar delante de ella, para sacar el par desde abajo, para clavar los palos con torería y para salir con su pie del compromiso.
Vicente Osuna gana la cara al toro Quien no tuvo tanta suerte fue el mexicano Ignacio Garibay que tuvo que plantarle cara al más grande la corrida, un toro que impresionaba al verlo, al que fue imposible picar, al que el señor presidente cambió el tercio sin tener en cuenta las circunstancias de la lidia, aunque fuera cuatro veces al caballo, haciéndose necesaria una entrada más después de sonar los clarines. Quizás lo más oportuno habría sido machetear al cárdeno hasta dejarle sin resuello, cosa que no se hizo y que en un arreón seco levantó al azteca propinándole una cornada. Sergio Aguilar fue el único que mató los dos del Partido de Resina, al que no se le puede censurar su actitud, aunque parece que siempre ha parecido que le faltaba un punto para echarse para adelante, aunque para ser más justos para llegar al tendido. Hay que reseñar a su favor lo atento que estuvo ayudando a Ignacio Garibay. Lo más positivo es que el madrileño al final y a pesar de todo, también pudo salir andando. |
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