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Los antiguos pabloromeros, hoy Partido de Resina, han decepcionado a la afición madrileña, además de por lucir una presentación irregular –algunos fuera de tipo y sin presencia para Las Ventas-, por su comportamiento manso decepcionante. Ignacio Garibay abrió plaza con Matoncillo de Nazario Ibañez, que mostró buena y bella lámina y un pelaje llamativo, Armiñado según reseña, parecido al cárdeno salpicado con las manchas salpicadas más prominentes. Ya en el capote soseó y blandeo Matoncillo y empujó arriba del peto con violencia. Marcó querencia a tablas en banderillas. En el trasteo de muleta fue flojo a la vez que le faltó casta, varias tandas se sucedieron por el pitón diestro enamorado, Matoncillo, de la muleta de Garibay. Pero fue a menos con rapidez y por el zurdo embistió a duras penas. Le faltó fondo de bravura y fuerzas. Chuflero se fue para los corrales Chuflero fue el segundo de la tarde – y eso fue, un chufla de toro- que sólo le dio tiempo a enseñar su escaso trapío para esta plaza y que era invalido para la lidia. Le sustituyó Desestimado de Los Chopes, un buen mozo, serio, cuajado, bien armado y tocado de pitones. Repitió de salida con genio al capote de Serafín Marín y empujó fijo en el caballo, le cuidaron en la segunda entrada. En banderillas se comportó como después haría en la muleta: tardo y noble. Varias arrancadas de largo sirvió Desestimado embistiendo con nobleza y temple. Pero duró poco, pronto le empezó a costar humillar. Por el zurdo no remató ninguna serie, siempre sacó la cara por arriba antes de terminar el muletazo.
Lo que no sabíamos a estas hora, es que ya lo habíamos visto todo, a partir de aquí comenzó un desfile de mansos desesperante. A Zarcero respondía el tercero, era cinqueño pasado, serio de estampa, veleto, degollado de papada y hocico de rata. Barbea tablas y se acaba en el capote de Sergio Aguilar. No le castigan, por flojo, en varas y en banderillas sacaba fuerzas para perseguir hacia tablas. No tuvo faena posible de muleta, fue soso sin bravura alguna, que cortó el viaje y que se puso deslucido y violento al final. Mala mezcla. Morito fue el segundo de Ignacio Garibay, pertenecía a la remendada corrida de Partido de Resina. Causó furor su salida por la puerta de chiqueros: todo un toro, con dos biergos descomunales y un hocico desafiante como para comerse el mundo. No se comió nada ni a nadie por ser un manso de solennidad, sólo a su matador de manera traidora, le hirió en la pierna derecha. Manseó desde la salida despreciando capotes, y, las varas las tomó cuando y donde quiso: unas de soslayo, otras de revirón por los adentros. Dije varas... rectifico, fueron picotazos que el picador robaba cuando se le arrancaba o pasaba cerca. En la muleta dejó firmada su mansedumbre; no pasa o lo hace sin entrega; desarrolla y se pone reservón. Mide e hiere al torero mejicano. El quinto era cárdeno coletero, abierto de cara, astifino y bautizado como Joyero. Punteó el capote y se escupe hacia la huida. Se arranca con saña al caballo en la primera y voluntaria entrada; cumplió el reglamento, tomó las dos mínimas exigidas. Cierta claridad mostró en la brega del segundo tercio, aunque esperó a los rehileteros. En la muleta no podemos contar excelencias, sino todo lo contrario: fue manso, cabeceó desde el inicio, soso y reservón con peligro sordo por el diestro; por el zurdo hizo varios intentos de embestir en la muleta de Serafín Marín, y se quedó en eso, en intentos. Más que joyero, una joya. El único toro negro del encierro –digo de pelo, de porvenir todos- de Partido de Resina fue el sexto. Mediapala era feo -nada que ver con los bonitos toros gallardos-, abierto de cuerna y bizco del izquierdo, carifosco y también de feas hechuras. Mansea, se emplaza -la lección venía aprendida desde el campo- y va al caballo por su cuenta –varios lo han hecho. ¿Tentados?-. Es mansísimo en banderillas, se desentendía a la salida de los pares. Y soso y apagado llega a la muleta. Brinda algunas embestidas por el pitón izquierdo a Sergio Aguilar que no compensa el esfuerzo. Lo dicho, los pabloromeros han decepcionado, no han mostrado casta alguna y han sido mansos de solemnidad. No nos vamos a cansar, el toro manso o bravo pero encastado, lo contario es una entelequia que no lleva a ninguna parte. Bueno sí... al final. |
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