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Tengo que repetir para mi mismo el nombre de Madrid, para hacerme a la idea de que no he estado en otra plaza, en una de esas que a la mínima echan por tierra dudando de su categoría y donde se admiten cosas que en Madrid nunca pasarían. Pues bien, parece que ya pasan. Los de El Ventorrillo no han sido buenos para el caballo, aunque al menos se los ha podido picar, pero en conjunto sí que lo han sido para el torero, en especial el que ha hecho tercero, que ya en banderillas mostró su codicia, y que ha sido el toro ideal para la muleta; acudía en cuanto veía la muleta y repetía y repetía. No se cansaba de embestir, pero de ahí a pedir una vuelta al ruedo al ser arrastrado va un mundo. No digo yo que en otras plazas hasta se pueda pedir el indulto, allá cada uno, pero en la plaza de Madrid no se le puede dar la vuelta al ruedo a un toro que se retorcía al sentir las banderillas en el morrillo. Si alguien lee la ficha de la corrida o los comentarios de otros compañeros, pensará que hoy todo han sido facilidades para encontrar el momento que merecía ser dibujado, o que la dificultad fuera elegir solo dos instantes de una faena que ha sido premiado con las dos orejas. Pues ni una cosa ni la otra; de la faena de Alejandro Talavante me resultaría bastante incómodo tener que dibujar un natural o un derechazo en el que el matador echa la pata atrás o que embarca al toro con el pico de la muleta, con un toreo lineal en el que el remate del pase era suplido por el retorcimiento del matador, para vaciar la embestida delante de la cadera. Tampoco las manoletinas me han provocado ese impulso de coger el lápiz y ponerme a dibujarlas como un loco. Pero sí que he encontrado un momento de torería en Talavante. Al llegar a término su faena podía haber concluido con un espadazo caído o un volapié en todo lo alto, intentando asegurar al máximo para que no se escapara ni un pelo de las orejas, pero él ha tomado una decisión que le honra. Ha montado la espada y ha citado a recibir, ha tirado una moneda al aire y lo mismo podía haber salido cara que cruz, pero por la forma de ir tras la espada, derecho como una vela, solo podía salir cara. En un segundo ha arriesgado y apostado al todo o nada. Talavante cita a recibir Bien es verdad que la espada se le ha ido un poco trasera, pero a pesar de ello creo que hay que reconocer la valentía de esta decisión. La misma valentía que supone echar la muleta a la cara del toro, esperar que éste se arranque y que venga derecho sin hacer ningún extraño que podría haber emborronado todo lo anterior. A veces creo que también hay que valorar las buenas intenciones y si el resultado es el deseado, pues ¿para qué más?
La estocada de la tarde De El Cid poco se puede decir, que parece ya instalado en aquel bache que creímos muchos que sería pasajero, pero que parece que se ha convertido en perpetuo. Hubo algún pase en que hasta la colocación era la adecuada, pero además hay que dar ese paso adelante que eche fuera la apatía, la desgana y la falta de condiciones para volver a ser.
Miguel Ángel Perera hace ya mucho que renunció a aquellos modos que le convirtieron en torero del gusto de Madrid, ahora parece encontrarse más a gusto en esa tauromaquia del pase y más pases, sean del modo que sean, que lo único que consiguen es hacer las faenas eternas y desesperantes, que se alargan innecesariamente hasta que el presidente avisa por primera vez al matador. Igual a él también habría que hacerle saber en que plaza está y repetirle eso de Madrid, Madrid, Madrid. |
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