La épica en la fiesta de los toros se basa, en gran parte, en un malentendido. En la idea de que los toros como los Escolares de ayer se pueden torear igual que los toros de noble y bobalicona embestida. Al ver sufrir a los toreros de ayer para encauzar las embestidas correosas y fieras, se cree que las grandes faenas estáticas de las figuras de turno se consiguen gracias a que sus condiciones y valor son mayores. Sin poner en duda la capacidad técnica y estética superior de muchas de las grandes figuras, el riesgo que asumen es considerablemente inferior, la penalización por un posible error del torero o por una reacción inesperada del toro de casta implica la posibilidad de la cogida, mientras que el error con el toro noble se paga con la pérdida de estética. En la existencia de ese riesgo está basada la épica de los toros y mucho creo que también la persistencia de la fiesta de los toros tal como la conocemos. Ilustración de la suerte de varas de Carlos Aguilar El público participa del malentendido y silba a los toreros que no se adecúan al nivel estético que se pide con el toro noble. Cambia la épica y cambia la valoración del público. Como decía ayer un viejo torero “Por lo menos en mi época a los que estábamos caninos no nos silbaban”. El respetuoso silencio ante el esfuerzo, aun con febles resultados es una buena señal de comprensión de la épica de los toros, que es lo que a muchos nos sigue llevando a la plaza.
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