Pues sí, señores, hoy por fin hubo toros de lidia en la plaza de Las Ventas. Toros serios, cuajados, con terroríficas y veletas defensas, vendiendo caras sus embestidas, a los que había que dominar y lidiar con las piernas primeramente de salida y pararles mucho antes que intentar torearles en línea, todos cárdenos (unos más claros y otros negros entrepelados, sus diferentes variantes), muchos de ellos cinqueños pasados, toros a los que había que hacer la lidia y llevarla con especial cuidado, pues en cuanto les hacías algo mal tenía la consecuencia de que les servía para aprender. Eso que los taurinos llaman “casta mala” o “genio” (que no bravura, pues ésta sólo aparece cuando se lidia bien), que es lo que sacan los toros de verdad cuando los toreros se equivocan. Pues bien, como todo se les hizo al revés e inadecuadamente al errar los lidiadores en sus planteamientos y en sus métodos y realizar una lidia equivocada, TODOS LOS TOROS (y decimos todos) de esta tarde terminaron sabiendo más de tauromaquia que los propios matadores, que si salieron por su pie de la plaza fue más gracias a la diosa fortuna, es decir, por la suerte, que por los conocimientos lidiadores que desarrollaron ante sus oponentes, que precisamente hoy no eran nobles colaboradores, como piden la mayoría del escalafón y sólo pueden exigir las “figuritas” o “mandones” en esto. Hoy sí que eran TOROS DE LIDIA que pedían el carné de torero y a los que había primero que dominar y poder a base de lidia, algo en lo que se equivocaron rotundamente los tres matadores.

Los bicornes de Pepe Escolar de hoy parecían más bien salidos del túnel del tiempo, tanto en su aspecto como en su comportamiento, eran como los victorinos de hace treinta años y exigían lidiadores como los que entonces se enfrentaban a ellos pero, desgraciadamente ni Rafaelillo, ni Robleño ni Aguilar supieron estar a su altura. Sólo brilló Robleño en los lances de recibo al segundo, con tres verónicas de ensueño y una preciosa larga de remate. Lo demás de pena. Claro está que hoy día ya no están en activo ni Ruiz Miguel, ni Manili, quienes posiblemente hubiesen cambiado el resultado de la tarde al haber hecho casi todo al revés de como se hizo hoy y hubiesen triunfado con esta corrida.

Como, por ejemplo, se hacía antiguamente, comenzar siempre por parar a los toros de salida, ordenar a los picadores buscar el morrillo y picar arriba y lo más delantero posible para que al romper los músculos más cercanos al cuello los toros descolgasen y bajasen la cara. Hoy todos los montados picaron traserísimo y algunos con lanzadas caídas casi en el brazuelo que pudieron dejarlos cojos. Pero como varios de los toros de hoy aguantaron hasta tres varas en el espinazo sin inmutarse, quedaron con las caras por las nubes y así embistieron luego a las muletas de la terna, siempre sin humillar. Y comenzar las faenas doblándolos por abajo y metiéndoles el estaquillador en los riñones para dominarlos. Y luego si se puede...torear y si no...a matarlos por arriba con guapeza. Que no nos digan que todo fue por culpa de los toros. Los culpables fueron otros, pues el comportamiento de un TORO de VERDAD es siempre consecuencia de la LIDIA QUE RECIBE Y CÓMO SE LE HACEN LAS COSAS, es decir, cómo se le lidia. El medio-toro no necesita nada. Se torea él sólo. El torero le acompaña a su lado y pone “posturitas”. Disfruta. Con un toro de verdad el único disfrute es poderle, dominarle.

A la verónica se lució Robleño

Pero además hubo otros muchos aspectos positivos para los aficionados. Hoy nadie se aburrió. Hubo la emoción del riesgo que corrieron los toreros al estar algunos sin los recursos necesarios. Todos salieron por su pie aunque con el agua al cuello o como se dice en el argot “estuvieron hasta las trancas”. La corrida tan sólo duró “siete cuartos de hora”. La mayoría de los toros fueron ovacionados de salida y varios además en su arrastre. Con corridas así se volverían a llenar las plazas y la afición crecería, como ocurre en Francia. Claro que todos estos aspectos serán negados por los “juntaletras pesebreros”, los que escriben al dictado de los taurinos, que intentarán negar todas estas virtudes, diciendo que así no se puede torear ni crear arte, que los toros no tenían clase, que no eran nobles...

Pues bien, señores taurinos ¿saben lo que les contestamos los aficionados? Que todos los que ustedes nos intentan vender como figuras deberían pasar un examen en esta plaza con toros como los de Pepe Escolar de hoy. Así sabríamos a quienes dar el carné de torero y de figura. Los escalafones cambiarían radicalmente. El que lo quiera que se lo gane en el ruedo, no en los despachos. Y con toros de verdad. Y el que no apruebe, a casita. Todo lo demás son mentiras, ganas de engañar, milongas. Por eso la fiesta está en decadencia. Por la falta de TOROS DE LIDIA, lo que ya no quieren criar la mayoría de “ganaduros” actuales, que están por el medio-toro. El que pueden vender fácilmente. Por eso optan por el monoencaste. Y éstas eran las reflexiones del 7 al terminar la corrida de hoy. Seguro que nada que ver con el resto de la plaza.