Vaya tardecita la segunda de abono, y nos la queríamos perder. El aburrimiento y los bostezos se adueñaron de la plaza, que registraba un casi lleno.
¿Por culpa de los toros? O ¿por culpa de los toreros?, yo diría que de ambos dos.

De las seis reses procedentes del campo charro y con el hierro de “Vellosino”, fueron cinco mulos con cuernos y uno que dio todas las facilidades para que Rubén Pinar, pudiera obtener un triunfo; pero haciendo el torero como mandan los cánones.

Parece ser que en la actualidad los ganaderos, solo se preocupan del aspecto exterior de sus pupilos, para que pasen el duro reconocimiento veterinario que se las trae Madrid. Es decir presencia, que no trapío, kilos, de buenas cornamentas y todo lo demás; pero no les preocupa lo que llevan dentro y si sirven o no para el mal llamado toreo moderno. ¡Y he aquí el resultado!, carne para el matadero y no para lidiarse en una plaza, menos aun para la Primera Plaza del Mundo, mundial.
Hoy no hablaré del ganado, que ya lo hará magníficamente nuestro compañero José Luis Bautista en su correspondiente sección; pero sólo anotaré que tres de ellos sobrepasaban los cinco años y que el de menos peso tenía 527 kilos y fue el que sacó la cara por sus hermanos y el de mayor, con 618 kilos sobre sus lomos, así que sean ustedes mismos los que saquen el promedio.

De los Toreros.

Uceda con la diestra

Uceda Leal, en que muchos de nosotros ciframos grandes esperanzas, el del barrio de Usera (Madrid), no termina de romper y quizás ya no lo haga nunca; un espectador de la grada del 8, ¡exclamó!, colóquese bien y otro ¡replicó!, imposible si hay cinco millones de parados. Hoy ni con la espada que es su fuerte, estuvo afortunado.

Miguel Abellán, otro tanto de lo mismo. Entonado estuvo en el segundo de la corrida, se hizo aplaudir con la muleta, toreando correctamente por el pitón derecho, también en un redondo de 360º que se jaleó desde los tendidos, pero pare usted de contar. Poco podía hacer Miguel en su segundo, un toro manso de solemnidad y ¡mira que lo intentó!, teniendo finalmente que desistir y pedir el estoque de verdad, para despachar al animal de dos pinchazos, una entera contraria y a la primera con el de cruceta. 

Rubén Pinar, de primer enemigo, tuvo un toro, que peleó bien en el tercio de varas y de interesante embestida en el último tercio, pero dada su edad, rozando los seis años, el morlaco aprendió con prontitud, dándose perfecta cuenta, donde estaba el “muñequito”, desbordando al albaceteño, que por su bisoñes y falta de técnica, en momentos se vio apuradillo. Tras la espada, el toro hizo una muerte de manso buscando el refugio de las tablas. Otra cantar fue su labor en el sexto de la corrida, en que sacó a relucir ese toreo moderno efectivísta que tanto gusta a la galería. Para este plumífero como algunos aficionados nos suelen tildar, el torear es otra cosa. Es citar, templar y mandar, rematando cada pase por detrás de la cadera, llevando al toro enganchado en la bamba de la muleta, sin utilizar el piquito, o larga distancia y hacia las afueras. Para mi fue una pena que se dejara ir el único toro válido de tan soso encierro.
Pueden creer que lo mejor y más destacado del festejo, fue un magnífico par de Manuel Montoya en el cinqueño que cerró plaza, teniendo que desmonterarse para saludar a la afición.

El Chano se desmonteró por este par de banderillas

También destacaron con los palos Antoñares en el primero, “El Jaro” en el quinto y Miguel Ángel García en el tercero; con el capote bregó bien “El Chano” en el segundo de Abellan. Se aplaudió a Agustín Moreno al picar y agarrarse bien en el primero del lote de Pinar.

Y mañana más.