Tercera corrida de Temporada Grande en la Plaza México. Un cuarto de entrada. Se lidiaron 8 toros de Reyes Huerta débiles: uno de rejones terciado, en la lidia ordinaria, primero y segundo bien presentados y con calidad, los demás sin presencia y mansos, tercero y quinto inválidos. El rejoneador Octavio Sánchez, silencio tras aviso; Finito de Córdoba, saludos y saludos; Manuel Caballero, oreja y dos orejas y rabo; Alejandro Amaya, silencio, silencio y silencio. Manuel Caballero se despidió de la afición mexicana con dos faenas llenas de técnica y sentimiento. Con su primero estuvo muy torero con la mano izquierda en naturales largos con un toro que fue desarrollando sentido conforme transcurría la faena. La estocada fue entera ligeramente desprendida para cortar una oreja. El toro de la despedida se llamó Gotita de Miel. Era un astado inválido al que Caballero toreó inteligentemente a media altura. Mostró técnica y conocimiento. La faena, acompañada con las notas de Las Golondrinas, fue de clase con mucho sentimiento en cada uno de los pocos muletazos que extrajo de un animal parado. Rubricó su labor de estocada entera en todo lo alto para recibir las dos orejas y el rabo, premio excesivo, que Manuel Caballero cambió por dos palomas blancas que le arrojaron emotivamente del tendido. Al final del festejo salió en hombros entre el cariño de la afición mexicana. Finito de Córdoba nos regaló una tarde de inspiración y arte. Las verónicas a su primero fueron extraordinarias. Desafortunadamente se le dieron muchos capotazos en el segundo tercio al toro por lo que llegó muy agotado a la muleta de Finito. Pocos muletazos pero muy profundos sobretodo al natural. Falló con el acero por lo que todo quedó en una fuerte ovación en el tercio. La faena a su segundo, un manso rajado, estuvo llena de pinturería y arte. Ahora fue el lado derecho por donde Finito estuvo sublime. Algunas pinturas como cambios de mano y desdenes pusieron al público de pie. Perdió los trofeos por fallar con la espada por lo que todo quedó en otra ovación en el tercio. Alejandro Amaya no las trajo consigo. Con su primero no pudo hacer nada pues no tenía una sola embestida. El séptimo se despitorró al rematar en un burladero cuando Alejandro se disponía a dar el primer muletazo. Regaló uno más en el que estuvo voluntarioso, pero su toreo frío no logró conectar con el público. Sus tres labores fueron silenciadas. Octavio Sánchez estuvo discreto. De salida templo bien al astado, pero la colocación, tanto de rejones como de banderillas, fue defectuosa. Durante gran parte de la faena ocupó la ayuda de su cuadrilla para que le colocaran al toro en suerte. Mal con el rejón de muerte por lo que echó pie a tierra para descabellar escuchando un aviso para retirarse en silencio. El banderillero Francisco José Salguera, de la cuadrilla de Finito de Córdoba, saludó en el tercio tras dos buenos pares de banderillas. |