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Ante un lleno a reventar, incluso se quedó gente afuera, se lidiaron dos toros de A. Guzmán para rejones, uno peligrosísimo, el otro bueno, y cuatro de Rodolfo Vázquez, dos regulares y dos buenos. Rodrigo Santos, saludos y dos orejas y rabo; Ignacio Garibay, palmas y palmas; Jerónimo, palmas y palmas. El rejoneador Rodrigo Santos, con su primero, que fue peligrosísimo, estuvo más que entregado sobretodo en banderillas donde logró tener momentos muy interesantes. Tuvo que echar pie a tierra para despachar al astado para saludar en el tercio. Con su segundo hizo un derroche de torerismo. En el primer tercio sacó a su caballo Lalo para colocar los rejones de castigo. Con Olé hizo dos quiebros y más tarde con Mariscal, lució con piruetas y dos violines. Con Lunel dejó dos santinas. Bastaron tres cuartos de rejón de muerte en todo lo alto para que sucumbiera el toro y recibir las dos orejas y el rabo saliendo a hombros de la Plaza. Ignacio Garibay estuvo empeñoso y entregado en sus dos toros. Malogró sus faenas con el acero por lo que se tuvo que conformar con dos sonoras ovaciones del respetable. Jerónimo también mostró voluntad y entrega en dos faenas intensas en las que también, al igual que Garibay, perdió los trofeos por las múltiples fallas con la espada.
El novillero Guillermo Gallegos, quien salió de sobresaliente, recibió una tremenda paliza al intentar hacer su quite en el primer toro del rejoneador, resultando con una fractura en el esternón. |
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