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Llegó la hora y sólo había un diestro, Eduardo Gallo. Pasaron quince minutos y llegaron los otros dos, Rivera Ordoñez y El Fandi. Y decidieron no torear. Así de sencillo. El público se enfadó y con razón. Llevaba una hora sin llover y terminó por salir el sol. El Alcalde, desde un vehíclo municipal, no había megafonía en la plaza, así transmitió el mesaje: "Por decisión unilateral de los diestros, se suspende el festejo. El Ayuntamiento y la empresa sí estaban dispuestos a que se celebrase". También contó, lo que muy pocos sabían, que dos de los matadores habían llegado tarde. Y se armó el follón. Las almohadillas, como siempre, fueron las armas que utilizaron para mostrar su enfado. |
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