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La Palmosilla era la ganadería oficial pero Torrealta puso dos y M. Fraile un sobrero. Estas cosas ya son normales en la primera plaza del mundo. Es, salvo escasas excepciones, una muestra evidente del declive que sufre el toro de lidia. A todo esto, los dos de Torrealta fueron nobles y bobos, el sobrero de Moisés Fraile colaborador pero sin fondo y los cuatro de La Palmosilla desiguales: con mucho picante el primero, Guerrero y codicioso el segundo, de triunfo y débil el tercero y una ruina y devuelto el cuarto. El Fandi en El Fandi y peor y mejor. Peor en su tercio, el de banderillas. A su primero le puso dos ventajistas, esto es, a toro muy pasao; casi se resarce con su segundo pero este apretaba menos que la soga del ahorcado. Y mejor porque en los albores de su primera faena tuvo tiempo para levantar la cabeza, poner orden en la tangana que acontecía en la andanada del 9, centrar toda la atención en su persona y dar tres pases de calidad al moribundo. Lo he visto. Su segundo toro me despertó del corto y extraño sueño y retrató a El Fandi como el mal torero que es. El noblote y flojo de la Palmosilla le regaló embestidas, le dejó hacer y hasta le hubiese puesto un piso si Fandila hubiese querido, perdón, si Fandila hubiese podido. Mucho gesto y mucha parafernalia para demostrar que su muleta ni tiene fondo ni tiene nada que ofrecer a un aficionado al toreo que pide colocación, ligazón y gusto. Rafaelillo abrió plaza en sustitución del convaleciente Julio Aparicio. Su primer oponente le pudo y hasta le quitó del sitio a base de rebrincos que derivaron en nobles embestidas generadas, eso si, por un Rafaelillo rápido, impaciente y hasta ofuscado por momentos. Cosas que pasan. Obligando a su segundo estaba cuando a punto estuvo de catar su veneno. Fue una faena de poder a poder que nunca alzó el vuelo y que finalizó con una meritoria estocada. Matías Tejela en un trincherazo Matías Tejela lidió a su primero con muchas complicaciones. Avisó el toro que podía hacer daño cuando voltereteó al banderillero que salió del trance ileso en lo físico y tocado en el miedo. La lidia de Tejela estuvo bien espaciada pero nunca fue poderosa. La batalla, aun muerto el toro, quedaba por dilucidar. La lidia del sobrero ha estado llena de pellizcos de torería. Tejela comprendió y acompasó las embestidas de un toro que tenía hora de caducidad. Por fin se sintió y se dobló en Madrid. Todo bueno hasta que el temporizador del astado dijo basta. El diestro madrileño degustó su toreo y lo hizo quedar en la memoria colectiva.
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