De la novela “Las putas primero...” han dicho:

Tras un título chocante (o impactante), el primer contacto con la novela nos muestra a las claras su tono y sus intenciones. En las páginas iniciales aparece un lenguaje claro, directo y, al mismo tiempo, cuidado (se aprecia la voluntad de cuidar la expresión, no de escribir de cualquier manera). Y también se muestra ya esa ironía que presidirá todo el texto, así como un propósito claro de denuncia, de dejar al descubierto las incongruencias de nuestro sistema judicial a través de los avatares de su protagonista: Óscar Castell.

La lectura de la novela se antoja ágil, entre otras cosas porque el interés de los acontecimientos te envuelve (sin duda, tiene mucho que ver la incertidumbre de la situación personal que sufre el héroe novelesco). El estilo bienhumorado del narrador (con recurrencia a los juegos de palabras) no es óbice para reflejar, de modo más que convincente, las penurias de la vida cotidiana, tanto económicas como familiares, que le irán tocando lidiar al protagonista. Quizá para mí sea lo más conseguido de la novela: esa sensación de angustia, de impotencia, ese dejar de ser uno mismo a causa de las profundas preocupaciones, esos vaivenes a los que nos puede someter la vida y de los que ninguno estamos eximidos.

Me han gustado las pinceladas taurinas en la historia y me parece plausible, al tratarse de una novela de la vida cotidiana (por sus personajes, ambientación, hechos, etc.), la introducción de ese recurso propio de la sabiduría popular que son los refranes, a la manera en que lo hacía Sancho Panza en El Quijote. Una de las claves de la novela: los vuelcos tan descomunales que podemos experimentar en períodos relativamente cortos de tiempo; de sentirnos pletóricos a sentirnos desesperados (o al revés) por la azarosa confabulación de determinados aconteceres.

Una novela, en definitiva, amable, bien resuelta en la progresión de los sucesos y con unos innegables tintes éticos y sociales.

Miguel Vega - Escritor