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Tras presenciar todas las corridas de la feria de Madrid, obviamente, para intentar ver toros en cualquier plaza de España, como aficionado, se debe de cambiar el chip o, de lo contrario, se puede pasar muy mal. Ayer pude ver la corrida de Beneficencia de Castellón y, como explico, la mentalidad tenía que ser otra; son, claro, dos mundos distintos, dos formas de entender la fiesta que, sin lugar a dudas, todo aficionado, debe de aclimatarse. Era la corrida de Beneficencia de Castellón en que, con toros de Buenavista, Carlos Fabra, como Presidente de la Diputación de dicha ciudad, favorecía a los toreros actuantes que, de no ser por gestos de este tipo, difícilmente se podrán vestir de luces, salvo el primer espada que, curtido en mil batallas, es decir, Pepín Líria, dicha corrida, le supo a gloria. Los toros dieron un juego aceptable aunque, ciertamente, los toreros, salvo Paco Ramos, no encontraron la fórmula del éxito. Pepín Líria, primer espada del cartel, estuvo sobradísimo, aunque, como explico, sin encontrar la medida de un triunfo grande; es más, este torero necesita de forma imperiosa la acometividad de un toro muy fiero puesto que, con los toros comerciales, el de Murcia lo hace todo, pero sin lograr el eco en los tendidos; en Castellón pasó todo cuanto digo. Labor la de Pepín entregada y valiente que, al final, recibió la ovación del cónclave. Paco Ramos se afanó hasta el máximo y, cortó una oreja en cada toro. Estuvo valiente y, muy torero, en su segundo enemigo. Es verdad que, en su segundo, Ramos demostró muchas convicciones personales en su favor; el problema es que, como Paco Ramos, los hay por decenas y, su papeleta, sigue siendo difícil. De cualquier manera, su triunfo resultó legítimo y, esa dicha, nadie se la puede quitar. Como sus compañeros, en gesto de gratitud, le brindó uno de sus toros a Carlos Fabra que, como presidente de la Diputación abogó por el torero de la tierra. Juan Ávila toreaba su segunda corrida después de que, el día de San José, se doctorara en Valencia. Puso mucha voluntad y, no es mal torero, aunque, como le ocurre a Ramos, la plantilla actual de los matadores de toros es tan extensa que, sobresalir en su oficio, le costará un mundo. Pudo haber cortado una oreja en su segundo enemigo pero, la espada le traicionó; de todos modos, le ovacionaron con cariño los paisanos castellonenses. Problema de muy difícil solución el de Juan Ávila que, como se comprobará, llegará al final de temporada con tres corridas de toros y, eso, puede desesperar a cualquiera.
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