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Ese es el espectáculo: la casta, la movilidad, la agresividad del toro. Ese es el ingrediente básico de las corridas de toros, el que le proporciona su interés y su condición de espectáculo. Claro está que es complicado, el toro cuando se mueve tiene problemas, complicaciones, peligros, pero también esa movilidad es la condición imprescindible para la supervivencia. Seamos integristas hoy que podemos, hoy que hemos visto el espectáculo del toro con trapío, con pitones, metiendo miedo en los tendidos, que hemos podido disfrutar con lo que la fiesta de los toros tiene de especial: el enfrentamiento del hombre con las fuerzas de la naturaleza. Pidamos más toros, reclamemos que la fiesta no se despeñe por el camino de la disminución del toro, recordemos que triunfar sin riesgo es triunfar sin gloria. Tampoco nos pongamos muy líricos, pues es verdad que ni los toros llegaron a ese refinamiento de la bravura, con ese tercero agresivo en el caballo y ese segundo noble en la muleta, ni los toreros estuvieron sobresalientes. Ni Esplá, derrochando buen gusto con su espléndido vestido, pudo completar el espectáculo de la lidia, ni Pepín Liria que estuvo con el toro noble dando una de cal y otra de arena, ni Robleño que parece haber perdido ideas y desde luego frescura. La fiesta quedó incompleta pero quedó claro que el espectáculo es la casta. |
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