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Hoy día 1 de junio, es uno de esos días, que se marcan en el calendario, para disfrutar de una acontecimiento único, como así resulta una corrida de Pablo Romero, o Partido de Resina, como lo llaman ahora. Un acontecimiento, sí señor, porque más allá de valoraciones, de si la corrida ha salido buena o mala, solamente el ver salir esos toros tan bonitos y tan bien presentados, con esa seriedad, con sus caritas chatas, con sus rizos en la cara y esos pelos cárdenos, es por si mismo un espectáculo, digno de ser visto. Mi pasión reconocida, hacía estos animales, es grande; pero este 2005, las circunstancias han marcado la feria y mi vida. Este año, la corrida de Pablo Romero, se ha caído de mi cartel particular y en el mismo ha entrado de forma sorpresiva e ilusionante, puesto que se adelantó en un mes y medio, mi hija Icíar. No me resulta sencillo, el poder expresar con palabras, los sentimientos que me invaden cuando la miro a la cara; de esta manera, atrás quedan los toros de Pablo Romero, Miura o el mejor de los Albaserradas, porque ella, Icíar y sólo Icíar, ha transformado por completo el resultado de mi feria y en estos tres días no he podido asistir a los festejos. Así, que vaya desde aquí, mi disculpa, por no haber realizado “desde el callejón” la crónica diaria, pero como comprenderán, tuve que trasladar el mismo a mi callejón particular. Si Dios quiere, mañana reapareceré con la de Adolfo y espero poder cumplir con las expectativas. Sí quisiera, antes de acabar, agradecer públicamente, todas las muestras de cariño recibidas y las felicitaciones que me han llegado, en nombre mío, de mi mujer Silvia y en especial de Icíar, a la que en algún momento de su vida, le mostraré lo bonitos que son, los cardenitos, de cara chata y frente rizada, que su padre no vio en el 2005 por causas más que justificadas. |
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