José Antonio Camacho Morante de Puebla del Río... Sevilla es un torero que gusta andar en los misteriosos caminos del arte... tiene con qué; algunas ocasiones, si su espíritu atormentado le permite, da cariño a su inspiración, y logra escribir interesantes faenas en donde no sólo en buen gusto, sino la profundidad hacen acto de presencia, logrando hacer trascender su propuesta.

Eso aconteció en su segunda faena. Recibió a su astado con cadenciosas verónicas que fueron recortadas con una sentida media, y fue entonces cuando se percibió que habría una seria aportación de su toreo.

Con la tela roja los trazos con la mano diestra fueron un compendio de buen gusto, de ritmo, de una belleza en el cuerpo escultórico, como consecuencia necesaria de su creación; y así ocurrió por el lado izquierdo, en donde un natural fue el ejemplo de la profunidad y la largueza. Tras su rúbrica con la espada, el respetable exigió las dos merecidas orejas, que le abrieron la Puerta Grande.

Con su primero bis... un sustituto que procedió de la ganadería de Antonio San Román, ya que el de la ganadería titular fue un inválido, poco pudo hacer... no se acomodó, o no quisó poder y aguantar, y todo quedó en el silencio.

Unos cucuruchos

Enrique Ponce... había estado francamente mal con su primer pequeñajo, tanto que todo acabó en el aburrimiento, la desesperación y la gente silenció su anodina labor. Sin embargo, con su siguiente faena... intentó hacer su conocido toreo poncista... la estética por encima de la esencia torera. La frivolidad como parte fundamental de su expresión.

Lamentablemente, su aguante -que no ha tenido mucho... por eso usa mucho del toreo de expulsión- ha mermado, y ahora en lugar de reponer siete pequeños pasitos de ballet, ha llegado a un record de doce en una serie.

Llegó a perder hasta la muleta en un cambio de mano... de aquellos graciosos alaredes que enloquecían a sus seguidores. Pero... tiene recursos escénicos, y decidió finalizar su larga propuesta -escuchó hasta dos avisos- con los famosos cucuruchos, y aunque fueron distantes unos de otros, impactaron en el público; así después de media estocada habiendo exagerada rueda de peones, tras sucumbir el astado, le regalaron dos orejas que le llevó a traspasar el umbral de la Puerta Grande.

No encuentra la profundidad

Quien no encuentra la profundidad es Julián López El Juli, se pasó en sus dos faenas sumando pases vulgares y vertiginosos. Había visto a Morante y seguro que trató de competir... porque todo hace ver que para El Juli, el toreo es sólo una estadística.

No obstante, la profundidad no se compra... ni se encuentra por el encanto de una hada madrina. Y a pesar de que cortó una oreja a cada ejemplar... la realidad dicta que no escribió nada para la posteridad.

Quizá lo más torero de su actuación fueron los dos soberbios pares de José Antonio Carretero, quien tuvo que desmonterarse en el tercio para recibir la estruendosa ovación.

Los toros de Daniel Ruiz... ha sido seis pequeñajos flojos y con poca bravura, el segundo tuvo que ser devuelto por inválido y sustituido por otro de Antonio San Román que fue violento.

Al final salieron los tres a hombros, pero hay de salidas... a salidas; y Morante con su toreo de profundidad... hace esa diferencia.