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El grito de “Se van sin torear” es uno de los más característicos del tendido 7 y hoy se escuchó varias veces, especialmente durante la lidia de los toros lidiados en cuarto y quinto lugar de la corrida de Guardiola. Es una forma de decirles a los toreros que no han estado a la altura de sus oponentes. Eran toros que pedían a gritos que les cortaran las orejas y de los que si te tocan en Madrid te dejan marcado posiblemente para siempre. Esta fue la tragedia que vivieron dos jóvenes y prometedores toreros como Vilches y Valverde, que dudamos que vuelvan a tener otra oportunidad así. El cuarto llegó a la muleta de Vilches con muy buen son y al comienzo de la faena salieron sentidos “¡Olés!” del tendido 7, pero...luego el torero abusó de tandas cortas por la derecha, cortándolas al tercer muletazo, cuando podía habérselas dado de hasta seis y siete, pues el toro iba cada vez mejor y perdió así la posibilidad de poner la plaza como un manicomio. Más tarde equivocó los terrenos y las distancias y la cosa quedó en nada. “Se te ha ido un toro de cortijo”, decían los aficionados. El quinto de la corrida, además, fue escasamente picado, cuando daba la impresión de que se arrancaba en largo, habiendo derribado al picador de puerta de forma espectacular y tomando luego una vara de lejos. Los aficionados del 7 esperaban verle entrar otra vez al caballo, para disfrutar de la suerte de varas, pero el presidente don César Gómez nos privó de ello, cambiando el tercio. “¡Qué mal aficionado eres!” le gritaban indignados. Además en el pecado llevó la penitencia el torero pues se quedó crudito, se fue arriba y luego no pudo con el bicho. El tercero de la terna era Fernando Cruz, un madrileño del barrio de Chamberí, al que aprecian mucho en Francia, donde ha hecho una más que digna carrera novilleril. Aunque pechó con el peor lote, estuvo nervioso, acelerado, torpe y a merced de sus oponentes, saliendo ileso de milagro. “Estás muy verde”, le decían. Aunque la mayoría de los Guardiolas fue un desfile de inválidos y flojos indecorosos, a los que el presidente mantuvo en el ruedo indebidamente (pues sólo se atrevió a cambiar el sexto y el primer sobrero, que rodaban constantemente por el suelo, aunque otros hicieran méritos similares), al final los sufridores del 7 (menos exigentes y más pacientes de lo que muchos creen) salían diciendo que al menos hoy habían visto algunos toros interesantes, aunque los gritos al palco pidiendo “toro...plas, plas, plas” sonaran también repetidamente.
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