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Hoy, con un viento que dificultó la labor de los toreros, el 7 estuvo en su sitio y protestó la mayoría de los voluminosos pero febles toros, que dieron una media superior a los 600 kilos, pero que misteriosamente, sobre todo los tres primeros, no habían desarrollado cornamentas acordes a su peso. Además, excepto el quinto, mostraron una escasez de fuerzas alarmante, aunque el señor Gómez, presidente de la corrida, no lo consideró suficiente para devolverlos. Los dos de Juan Diego eran bueyes de carreta, sin casta alguna. El primero, además, no podía ni embestir y se quedaba parado en mitad de la suerte. La bronca del 7 al presidente fue de aúpa, por mantenerlos en el ruedo. Excepto al quinto, muy bien picado por Josele, a todos se le simuló la suerte de varas y las broncas del 7 fueron constantes, con palmas de tango pidiendo toros, no los bueyes de Charro. Los dos de Serafín Marín eran inválidos y mansos. Aunque mostró siempre buenas maneras y mató de estocadas que ejecuta a ley, hoy salvo valor y ganas, no hizo mucho más. El francés Castella quiere ser torero y a fe que lo puede ser, pues no le falta ambición ni valentía, aunque todavía está aprendiendo el oficio. Hoy estuvo bien a secas con el segundo, un toro dócil, obediente y colaborador, al que los isidros domingueros que cubrían los tendidos pidieron la orejita que se concedió. Pero querían sacarle a hombros y para ello volvieron a pedirla en el quinto, el único toro de lidia de toda la corrida, con el que el francesito estuvo muy valiente y arriesgado pero que terminó siendo desbordado por las violentas acometidas del burel y al que no dominó en ningún momento. Y los isidros domingueros y los claveleros le armaron una enorme bronca al presidente por negarle la oreja y evitar que saliera por la puerta grande. Fue entonces cuando surgió del 7 la gran ovación a la presidencia y gracias a ello la plaza de Las Ventas volvió a ser la primera plaza del mundo, en la que para triunfar se exigen una serie de requisitos y no una de pueblo, donde se regalan las orejas. Por eso los taurinos odian a este tendido, porque les impide hacer de su capa un sayo. Aunque yo creo que este sentimiento es mutuo. |
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