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“Vaya corridita que nos han dado”, decía un aficionado del 7 mientras huía despavorido calle Alcalá arriba, al finalizar. “El caso es que ya se le había dicho a la empresa por adelantado que estos toros de los frailes serían una porquería” le contestaba otro. “Parece que los taurinos no aprenden y se quieren cargar la fiesta”, le respondía el primero. “Para que luego digan que son los antitaurinos y se pongan a recoger firmas; pues vaya chorrada”, terminaba el otro. Y es que la corrida de Valdefresno y Fraile Mazas ya había anunciado su resultado por la mañana. Camiones de toros iban y venían. Al final aprobaron unos, como podían haber hecho con los demás. Bichos impresentables para la primera plaza del mundo, sin trapío ni cuernos la mayoría de ellos y los que algo tenían eran sospechosísimos de astas. Además flojos, mansos, descastados, a los que se les volvió a simular la suerte de varas para que no se derrumbaran. Como el calor apretó hoy de verdad por vez primera, la tarde era cada vez más insoportable. Los toreros, por llamarles algo, ni siquiera querían torear sino destorear. Uceda tan soso como siempre, se tapó con las estocadas pero está como de vuelta de todo. El joven salmantino Gallo aún no estaba repuesto de la lección que le dieron los maestros el otro día y volvió a demostrar que le falta un hervor...o dos. Por último, “el hijo del fino-torero-alicantino” no sabe ni colocarse y estuvo a punto de ser atropellado durante el tercio de varas de otro toro que no era el suyo, por desconocimiento total de cómo quitarse un toro de encima. Cuando la tarde agonizaba, con la gente sudando y sin dejar de beber refrescos, el hijo-del-alicantino seguía dando trapazos en el ruedo. Y entonces surgió, por fin, lo mejor de la tarde. Desde los altos del 7, el sabio aficionado de siempre hizo el cohete, con un silbatazo de frecuencia descendente hasta que se le acabó el aire. Los aficionados respondieron alborozados con el consiguiente ¡PUUUUM, PEEETTTAAARRRRDOOOOO! Esto les salvó la tarde.
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