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Por fin llegó la primera oreja de la feria. Y tuvo que ser un modesto. Y con un sexto toro prácticamente imposible, pues era manso, descastado, flojo, sin recorrido y dando los tornillazos propios de su justeza de fuerzas, como los de toda la corrida. Pero el catalán Serafín Marín estuvo muy inteligente, lo sacó a los medios, le arrancó pases en series cortas, aunque el toro no quería, le dio distancia y descanso entre cada serie, lo intentó con la izquierda, donde el toro se le quedaba a mitad del pase y le tiraba derrotes y él, impertérrito y muy firme, lo aguantó todo. Le sacó lo que no tenía. Y lo mató de una sensacional estocada, que será sin discusión la mejor de la feria, de la que el toro rodó a los cinco segundos. Y la mayoría de la plaza pidiendo la oreja que el señor Sánchez (el de la pajarita) concedió.
El resto de la corrida un fiasco. Con los toros de La Cardenilla bien presentados, pero que prácticamente se fueron con picotazos, sin picar, porque eran mansos, inválidos, descastados y alguno, como el cuarto, que se tumbó hasta tres veces y hubo que apuntillarlo, los toreros lo intentaron pero era casi misión imposible. Hasta que llegó el sexto y Serafín se lo inventó. La verdad es que este año el 7 está muy tranquilo. Protesta de vez en cuando, pero aún no ha llegado al escándalo, salvo ayer con el desahogado Rivera. Claro que aún no han llegado las figuras con su desvergonzado proceder y su provocación a “cierto sector de la plaza”, como ellos dicen. Pero mañana, día del patrón, vienen dos figuras a la vez. Veremos qué pasa.
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