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Es el primer día de feria. La gente guapa se saluda tras estar un año sin verse, interesándose por la salud, por el aspecto, por la familia, por cómo se ha pasado el invierno, pero con la secreta e íntima alegría de comprobar que siguen vivos y un año más van a estar viéndose diariamente aunque, eso sí, sufriendo cada día, gozando esporádicamente sólo de vez en cuando y esperando que por fin tengamos una buena feria con la nueva empresa, mucho mejor que las últimas de Toresma, que fueron horribles. También surgen las preguntas sobre los ausentes, aquellos que este año no aparecen e inquiriendo al vecino si sabe que fue de fulano, mengano o zutano. Sin embargo los del 7, los de todas las tardes, que ya llevamos este año a nuestras espaldas unas cuantas corridas de Taurovent, observamos este rutinario espectáculo anual que nos dan los isidros y claveleros como una incomodidad más, de las muchas que ya nos da la propia plaza. Por cierto, nada más sentarnos caen unas gotas de lluvia. Los hados parece que no propician buenos principios, cual si fueran gitanos. Pero todo lo anterior sólo es hasta que aparece en el albero el primer toro de esta corrida, que parece salida del túnel del tiempo. Toros encastados, mansos, correosos, desarrollando sentido en cada lance, sin entregarse jamás y vendiendo cara su vida. Toros a la antigua usanza. Y su falta de fuerzas generalizada aumenta la dificultad. La mayor parte de los claveleros están asustados. Se ve que no conocen la historia de la tauromaquia y acostumbrados a las charlotadas actuales, con los borregos de las figuritas de hoy en la mayoría de plazas, no entienden que este espectáculo haya podido subsistir gracias a la emoción y a la épica. Sin embargo los del 7 comentan la casta de los toros pero comparan la flojedad de los de Escolar de hoy con la fuerza y pujanza de los de años anteriores. Respetan a los toreros por su firmeza, aunque no hayan estado lucidos, explicando al vecino cómo debían haber lidiado para poder incluso conseguir triunfar con estos toros. Uno se acuerda de Manili, otro de Ruiz Miguel y alguno más mayor nos habla de Dámaso Gómez o El Inclusero. Todos están de acuerdo en que cualquiera de éstos habría triunfado con los difíciles escolares de hoy. En el quinto, las protestas y las palmas de tango por las continuas claudicaciones del toro aumentan en el tendido 7, siendo secundados por gran parte de la plaza. Incluso muchos del 10 se vuelven al palco esperando ver el pañuelo verde. Pero el señor Sánchez lo mantiene, echando por tierra la posibilidad de ver el sobrero, un graciliano de Mauricio Soler Escobar. Otro día será. La bronca es mayúscula. Se percibe que se van calentando motores. Total, esto no ha hecho más que empezar. Mañana los "Bobórquez". Puede ser de traca. |
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