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04/10/2007
  (Úbeda-España) Dos puertas grandes, Curro Díaz y El Fandi, de distinto lustre y calado (Crónica completa)
 
Firma: José Luis Bautista
 
     
 

Con lleno de “No hay billetes” en el coso de San Nicasio en tarde de nubes y claros se han lidiado toros de Salvador Domecq, muy flojos, nobles y manejables.

Curro Díaz, oreja y oreja.

El Fandi, oreja y dos orejas.

Alejandro Talavante, ovación con saludos y palmas.

No me voy a extender más sobre el tema de la negación de pases de prensa por parte de la empresa “Tauro Mora”, al haberlo dejado muy claro Antolín Castro en su nota publicada.

Al entrar en la plaza empecé a entender, en partes, a la empresa que restringiera pases, pero rápidamente también entendí que la solución no pasaba por negar diez o doce pases a personas que habían estado cubriendo la información durante la feria, el problema radica en que, de los 5200 asientos numerados sobran 2000. Aunque esta plaza fue inaugurada en el año 1846, no creo que quienes diseñaron la plaza fuesen tan ineptos como para diseñar un graderío donde no hay sitio para colocar los pies. Posiblemente, algún vivo de nuestra época pensó que en vez de una fila para los pies y otra para lo traseros, era más aprovechable dedicar todo a asientos. Es absolutamente inhumano ver toda una plaza enlazada, donde las rodillas del de atrás rozan las orejas del que tiene delante; donde la concordia existe por que todo el mundo se molesta entre sí, nadie se puede quejar. El aspecto era el de una lata de anchoas en salazón o más bien, por la forma redondeada, agujetas en escabeche de las que llaman de “pandereta”; cara de pez si que teníamos todos, sobre todo, aquellos espectadores que el azar le había jugado una mala pasada, y que detrás de su señora se encontrase un apuesto maromo. Que extraños nos sentíamos de tanta proximidad.

Nada más entrar en el vomitorio de grada cubierta, justo en el pequeño pasillo que separa un tendido de otro, me encontré con la persona encargada de acomodarnos y le pregunté: ¿Este asiento donde está? Contestó este buen señor ¡Ahí! señalando con su dedo índice; le repliqué: ¡Esa es la mitad del 123 y mi entrada es la 122! ¡Ya! contestó el operario de la empresa; esa contestación me dejaba claro que la solución no era fácil; me encaramé en el 123 y con un cachete en éste y el otro en el aire a una altura de metro y algo, empecé a rezar para que no viniese el 123, que vista la situación debería venir provisto de arnés o liana y colgarse del bajo del tejadillo; no vino el 123, pero en el pequeño pasillo estaba el 124, 125, 126....y el 190, era un hormiguero. Bromas aparte, a quién corresponda debe tomar cartas en el asunto y acondicionar con sentido esta plaza, tal y como está, es sencillamente impresentable.

Sobre los toros hay que comentar que se lidiaron seis impresentables, descastados e inválidos que no se picaron y que lucían sospechosas astas. Con material de estas características huelga decir que estas dos puertas grandes no reflejan en nada lo acaecido en la tarde. Respondiendo al titular hay que decir que, la actuación de Curro brilló por las formas que distinguen a este torero, la ortodoxia siempre está presente en su hacer, y todo lo hizo con gusto y torería; brilló y caló hondo no sólo en los aficionados allí presentes, también en el público que era la mayoría absoluta, haciendo captación de espectadores para su próxima actuación. La de David Fandila fue más heterodoxa justo lo contrario que la anterior, encandiló a una legión de incondicionales dejándolos pletóricos hasta el año que viene, todos sabemos que estos aficionados son de cosecha en cosecha.

El primer toro de Curro, negro mulato y listón, de poca presencia cornidelantero, mostró falta de fuerzas desde su salida. Consiguió Curro dos lances templados de buen trazo con la capa y una media con tintes personales. Un puyazo y vamos que nos vamos. Además de la falta de fuerzas el toro tenía una marcada querencia a toriles. Curro le administró una faena de cuidados y consiguió que el toro, a duras penas, se mantuviese en pie. Toda la faena la planteó sobre la zurda alcanzando muletazos profundos, con remates que eran verdaderos carteles, pero las tandas resultaban cortas y poco emocionantes por las características del toro que era noble y flojo. Mató de media arriba. El cuarto de la tarde, acapachado de cuerna, repitió en el saludo y Curro lo toreó bien de capa, gustándose y dibujando el toreo a la verónica. Este toro llegó con más fuelle a la muleta que el anterior, aprovechó Curro para realizar una hermosa faena esta vez cimentada sobre la mano derecha; largos y profundos eran los redondos sobre una base de quietud imperturbable, el toro giraba alrededor de él hasta la extenuación sirviéndole de respiro el desmayado por bajo que es la firma de este genial artista. Se perfiló bien y cobró media estocada y necesitó del verduguillo para acabar con la vida de su enemigo.

El segundo de la tarde, primero del lote de David Fandila “El Fandi”, era el toro de menos presencia de la tarde, anovillado y pobre de cara. Lo saludó David con un variado repertorio de pases de capa habidos y por haber de sírvase usted mismo: larga cambiada de rodillas, verónicas, chicuelinas, revoleras...llevó galleando por chicuelinas al caballo y recortó con un pase indescriptible aún, que aumentó el catalogo. Dejó crudo en el caballo y el toro tomó algo de alegría en banderillas, aprovechó El Fandi la arrancada larga del toro para enjaretarle tres pares. Uno citando desde los medios, el segundo corriendo hacia atrás y el tercero al violín, todos con el denominador común de clavar a toro pasado. El público estaba loco. Inició de rodillas la faena de muleta y en el tercer muletazo toro y torero estaban de la misma guisa, rodillas en tierra. Los redondos instrumentados siempre fuera de cacho, toreando en línea eran rematados con martinetes que hacían las delicias de los fandinistas. Consiguió una tanda de naturales estimables de buen trazo que su partidarios no paladearon. Al final con la diestra, abrochó la tanda de redondos con unos enérgicos molinetes que dejaron al toro como aturdido y aprovechó El Fandi ese momento para tirar la muleta y la “espá” alcanzando el éxtasis del tendido. Voraz se llamaba el quinto, algo más cuajado que los anteriores, no era difícil. Lo lanceó de capa con buen trazo sin mandar en el animal que repetía a su aire. En el caballo le cuidaron, tanto, que posiblemente no hubo sangre suficiente para conseguir una muestra de A.D.N. En banderillas, “su fuerte”, estuvo más correcto que en su primero, sobre todo, en el segundo par que mostró facultades para irse de un toro que le ganaba el terreno, el tercero por los adentros tuvo una correcta ejecución. Inició con brusquedad la faena de muleta y pronto hocicó el toro en la arena. Con la zurda tomó tierra el burel en cada muletazo y, ante esta tesitura, decidió pararse; Fandi se inventó la faena aguisandada a toro parado; echó las manos al lomo, recurrió a los molinetes y nadie le importaba que el toro no se desplazara. Lo mató de estocada certera. Dos orejas y petición de rabo que el presidente aguantó estoicamente, los seguidores de este torero querían pelarlo por no otorgar el rabo.

Talavante pechó con el lote más parado, tuvo pocas opciones de lucimiento. A su primero, un negro listón pobre de cara, lo lanceó con gusto a la verónica, éstas brotaban cadenciosas y enroscadas, pese a instrumentar el mejor toreo de capa de la tarde el público no le echó cuentas -hoy gustaba lo eléctrico- . Un picotazo en varas y pese a eso perdió las manos varias veces en banderillas. En el inicio de muleta se echó el moribundo. Con la zurda aguantó la mortecina embestida de la víctima y el público pedía música, de funeral creo yo, todo era triste. Se puso cansino y cansó a los cansosos que le pitaron y le pedían ¡Mata al presidente! Qué burros. El sexto negro acapachado, en el saludo de capa a pies juntos mostró debilidad. El picotazo de rigor y el inválido a deambular por el ruedo. Todo el trasteo de muleta fue parecido al de su primero, intentar que el toro se mantuviese en pie. Terminó efectista con pases cambiados por la espalda y un arrimón descafeinado. Falló en ambos toros con la espada.

Y aquí terminó la insoportable e impresentable corrida que cerraba esta feria de San Miguel 2007. Es lamentable que se cumpla el dicho de: “Tarde de expectación, tarde de decepción”; quienes organizan, y saben, que una tarde va a congregar un alto número de espectadores deberían cuidar la presentación de los toros a lidiar e incluso elegir ganaderías que aseguren fortaleza y, por supuesto, permitir que la prensa pueda ejercer como es debido su función.

 
     
   
     
   
     
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