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Este acto previo a las inigualables fiestas de Moros y Cristianos, como ha sido la celebraciòn de un festejo taurino, en este caso de un festival benèfico, la verdad es que poca gloria ha aportado a la fiesta de los toros. Ciertamente, los organizadores, y no me refiero al Club Taurino, han montado un espectàculo lamentable. De este modo, poca aficiòn lograremos, cuando menos, en todos aquellos recitentes que, de haber gloria, podìamos haberles convencido y, de este modo les hemos dado la razòn. Se han lidiado utreros de Garzòn y como reza el famoso aforismo popular taurino, LOS DE GARZON TE PARTIRAN EL CORAZON y, en honor a la verdad, asi ha sido. Becerrotes infames, totalmente ilidiables que, en honor a la verdad, su destino hubiera sido el matadero antes de pasar por ninguna plaza de toros. Para colmo de las desdichas, frio y viento que, desdichadamente, han deslucido todavìa màs el espectàculo. Se anunciaba un tal Guerrita que, ademàs de organizador, querìa el hombre reverdecer viejos laureles ¿Qué laureles si en el toreo nunca ha sido nadie? En el pecado ha llevado su penitencia. Pasò las de Caìn con el novillete que le cayò en desgracia y, me temo que no volverà a repetir experiencia, cuando menos, en pùblico. Abrìa plaza y cartel un rejoneador muy nuevo que, el chico, plagado de ilusiones, vio como las mismas se estrellaban contra los muros de la mansedumbre de un becerrote maldito. Se llama el rejoneador Antonio J.Cordocio y, sustituìa a Andy Cartagena que, con toda seguridad, cuando supo què toros se lidiaban decidiò quedarse en su casa. Luis Francisco Esplà, el torero de las grandes epopeyas con toros de verdad, acudìa a la ciudad del Serpis y, la ùnica razòn para acudir a este festejo, quiero pensar que serà su amistad con un hombre entrañable para mi y que, como todo el mundo sabe, goza del cariño de Espla: me refiero a Adriàn Espì Valdès que, en calidad de presidente del Club Taurino, esa habrà sido la razòn por la cual nos visitò Esplà. Esplà no pintaba nada en este cartel puesto que, su grandeza como torero està por encima de las veleidades de unos taurinos de mala muerte. Esplà anduvo voluntarioso con el becerrote y le dieron dos orejas. Oscar Higares, sin contratos y sin ambiente, sorteò como pudo las malas condiciones de su enemigo que, como sus hermanos, estaba rajado de antemano. Anduvo tesonero y le dieron las orejas. Mèrito si tuvo, venir de Madrid para matar ese becerrote, hay que tener aficiòn. Otro tanto de los mismo se puede decir de Dàvila Miura que, como sus compañeros, ninguna gloria aportò. Se trata de un torero vulgarote que, lògicamente, ha adquirido oficio, pero nada màs. Otra vez le regalaron las orejas. Cerraba festejo Jorge Ibàñez, otro màs de los muchos llamados y que no ha sido elegido. No tenìa material adecuado, es cierto: pero no es menos verdad que, tampoco aportarà gloria alguna al toreo. La plaza registrò una muy buena entrada y, sin lugar a dudas, el gran triunfador del festejo resultò ser Gregorio Casasempere que, al frente de su banda, hizo las delìcias de los allì congregados. |
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