Hoy me llamaron para pedirme una colaboración sobre la figura del Maestro Joaquín Vidal. Me tiemblan las manos sólo de pensar de quién voy a hablar. Hace ya muchos años empecé a leerlo en cada artículo de “El País” y he de decir que me entusiasmaba. Tomaba el periódico y lo abría directamente por su página; en ella se desgranaba su crónica del día, la cual no era una crónica al uso, pues cuántas veces había soportado un tostonazo tremendo en la plaza y él nos contaba de una manera graciosa y con unos adjetivos tan atinados, y en desuso, que a veces me obligaba a acudir al diccionario, motivo por el que aprendí bastante. Fui guardando todos sus artículos y crónicas minuciosamente y tras fotocopiarlos, confeccioné un libro del que me siento muy orgulloso. Es para mí la joya de la librería. Pasa el tiempo muy rápido y ya son tres años de su muerte, una muerte que nos dejó huérfanos a todos los buenos aficionados. Destaco de Joaquín Vidal, ante todo, su defensa por una fiesta íntegra y verdadera, así como por su gran apoyo al aficionado auténtico. Entre nuestras misiones, una de ellas, ha de ser denunciar el fraude en la fiesta. De esa manera la defenderemos mucho mejor. Ese será el mejor homenaje a nuestro Maestro. Dejó una fiesta en claro estado de crisis y, tras estos tres años, su declive es más que evidente. Tendremos que defenderla muchos más. Agradecerle de todo corazón todo cuanto me enseñó: ¡muchas gracias, Maestro! |