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Hoy, cuando desaparecieron todos los toreros de la plaza, los de El 7 comenzaron a aplaudir. La ovación fue de gala. Era el homenaje de unos aficionados al conjunto de la corrida que había presentado en Las Ventas el ganadero Joao Folque, actual propietario del mítico hierro de Palha. El mayoral, aunque modestamente no quería saludar, no tuvo más remedio que salir a recoger los aplausos. Porque los toros portugueses fueron diferentes, pero todos encastados y algunos en grandes dosis, lo que se podía entrever sólo mirando la cara de pánico que tenían la mayoría de los de plata, de los que sólo se salvó el enorme y orondo Tomás Loreto, tercero de la cuadrilla de Vilches (que causó inicialmente la hilaridad de los ignorantes de siempre, aunque sea bien conocido por los habituales) cuando colocó, cuadrando en la cara, un excelente par al tercero de la tarde, recogiendo al desmonterarse una de las mayores ovaciones que se pudieron escuchar. Pero volviendo a los toros, los verdaderos protagonistas de hoy, diremos que el primero fue muy bravo, encastado, repetidor y codicioso. El modesto y voluntarioso Sánchez Vara le presentó batalla y le hizo todo lo que sabe, no se le puede pedir más, ya que estar a su altura hubiese sido tarea imposible para la mayoría del escalafón de figuras. El segundo, parecido al anterior aunque en tono menor, hizo una gran pelea en las dos varas que tomó, pero entre Javier Castaño y el presidente, nos dejaron sin verle entrar más veces, cuando lo estaba pidiendo. Luego, en la muleta de Castaño, éste en vez de darle distancia se dio un arrimón hasta que se le paró. Nos lo escondió. Debía ser un buen toro pero nos quedamos con las ganas de saberlo. El tercero fue algo menos en varas pero se creció en banderillas y comenzó el último tercio con buen son, recorriendo dos tendidos galopando en cuanto vio la muleta de Vilches. Se lo llevó a los medios pero se empeñó en torearle a media altura y rematar los pases hacia arriba, con lo que el toro sacó la casta y pareció peor de lo que podía haber sido. Los toros cuarto y quinto eran los únicos colorados...y mellizos, es decir procedentes del mismo parto, algo casi insólito en el ganado vacuno, bautizados como Paquito y Carlitos. Aunque también encastados, fueron tal vez los más flojos de la corrida. Sánchez Vara intentó otra vez su repertorio sin suerte y Castaño volvió al absurdo arrimón, volviendo a escondernos el toro, que parecía ir bien de lejos. Y el sexto fue el más noble para el toreo moderno y para haberle hecho mucho más. Vilches le dio buenos lances de capote y con la muleta lo intentó, aunque al perderle pasos a su encastado enemigo, al que había que dominar y someter con los pies quietos y en los medios, no en las rayas, terminó desbordado. Como los de El 7 no somos rencorosos, aunque a este ganadero le habíamos retirado el saludo, tras ser acusado de afeitador en Francia recientemente, hoy se ha hecho acreedor al perdón. La casta exhibida por sus toros nos ha traído la que, por ahora, en conjunto, es la mejor corrida de la feria. Ya sólo dos, Adolfo y Victorino, la pueden superar. Y un comentario final. Yo soy un masoquista que dejo cada día grabando la corrida, especialmente para oir la cantidad de mentiras que suelen decirse por TV. Pues bien, han intentado ocultar la ovación final al mayoral, arguyendo que era para despedir a la Infanta Elena, que hoy volvió a ocupar una barrera. Han dicho que la corrida no era para tanto y que si acaso el primero y el último (el que más se dejó), pero no han dicho nada de cómo un torero ha equivocado los terrenos (Vilches) y otro las distancias (Castaño). De eso no han dicho nada. Y de que nos han escondido varios toros, porque a lo mejor no podían con ellos. Y seguro también que algunos juntaletras sobrecogedores dirán que la corrida tuvo poca casta. Juá, juá. Es lo que les interesa decir para mantener sus puestos. Sin embargo, los de El 7 podemos decir lo que queramos, pues para eso pagamos nuestra entrada. Y decimos que hoy apareció la casta, la mucha casta, la bendita casta. Algo que el taurinismo odia y repele y que nosotros añoramos. Por eso al final se aplaudió al mayoral. |
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