|
Hoy, antes de comenzar la corrida, los de El 7 discutían sobre si se debía haber otorgado la segunda oreja a El Juli ayer en su primer toro, pues incluso un gran imbécil y estómago agradecido, que escribe en un portal taurino de Internet, había pedido que actuase la CAM para la destitución fulminante del presidente don Julio Martínez por su negativa y “haberle robado la oreja”. Es curiosa la petición, porque cuando este presidente ha otorgado otras muchas injustificadamente este plumilla nunca dice nada ¿De qué vas Juá, juá? ¿No ves que se te ve el plumero? Pues bien, los “sabios” de El 7 razonaban que para dar una segunda oreja el reglamento y la costumbre en nuestra plaza estipulan que se deben analizar y sopesar los siguientes aspectos: 1 - la petición del público, 2 - las condiciones de la res, 3 - la buena dirección de la lidia en todos sus tercios, 4 - la faena realizada tanto con el capote como con la muleta y 5 - fundamentalmente la estocada. Al final la conclusión era de que sólo se cumplió la primera premisa, aunque no con mayoría real sino sólo aparente, habida cuenta de que mucha gente grita pero no saca el pañuelo. La res fue una sardina inválida, sin trapío ni casta, a la que no se picó, por orden de su matador, luego tampoco se cumplió la segunda ni la tercera. En cuanto a la cuarta, hizo una faena vulgar y pueblerina, toreando para fuera y mirando más a los tendidos que a la res. Y la estocada fue al julipié, es decir echándose fuera, dando un saltito por detrás de la pala del pitón derecho y perdiendo la muleta para tapar así la cara del toro y que no vea nada. Conclusión: los de El 7 tenían razón una vez más, aplaudiendo ayer al presidente por no conceder esa segunda oreja que los isidros pedían y hoy los juntaletras mentirosos y “sobrecogedores” unánimemente reclamaban en sus crónicas. Y con esa tranquilidad que da estar en posesión de la verdad entramos hoy al tendido 7, como siempre, sin ánimo alguno de revancha. No somos como ellos. La corrida de Alcurrucén es cada año una auténtica lotería, aunque siempre tenga buena presencia y se tapen con la cara. Pero algunos pocos años es buena y la mayoría muy mala. Esta vez tocó la de arena. Los debiluchos animalejos casi no fueron picados y su anemia era manifiesta. Muchos de ellos fueron sor Gertrudis (de buenos, afables y casi para la beatificación) pero alguno, como el último de Tejela, sacó geniecillo y el reciente triunfador, gracias a los isidros de los tendidos 4 y 5, no pudo con él. Además, esta vez no se llevó los toros bajo sus ignorantes valedores sino cerca de los claveleros. Y ya se sabe que éstos aplauden casi siempre sólo por educación, por compromiso. Y no suelen prodigarse con los que no conocen mucho por no pertenecer al famoseo rosa nacional. De El Cid sólo diremos que aún es un torero con crédito, por lo que necesita toros de verdad para poder torear. Hoy sólo vino a hacer caja y además le cambiaron a su inválido segundo por un sobrero más inválido aún. Por ello, al señor Trinidad le sacaron pancartas en El 7 donde se podía leer “Fuera del Palco”. En cuanto a Ponce, posiblemente en su despedida de esta plaza (gracias y que no vuelva si no es con toros) hizo su número completo de enfermero con sus dos inevitables “tontitos” cada vez que viene a Madrid, preparados especialmente para él (salvo alguna excepción, como el pasado año con un sobrero). En su primero, lidiado ante los claveleros de sombra, no estaba aún caliente y no caló, pero en el segundo se fue bajo los tendidos de los isidros del 4 y 5 (que en esta feria están siendo decisivos, pues saben que tienen la llave de la Puerta Grande) y les recetó el muestrario completo del Enfermero Mayor del Reino. Todo muy estético, muy medido, muy despacito, tanto que antes de entrara matar ya escuchó el primer aviso. Pero cuando lo intentó por vez primera se le fue la mano y dio una estocada enhebrada, propia de navajero, que hacía guardia y que rápidamente sacó sin dejarla puesta, para que no se viese el desaguisado. Los isidros rugieron, creyendo que había matado a la primera...hasta que se dieron cuenta de su error. Y entonces los de El 7 corearon el grito que habían estado largo tiempo esperando: “Ignorantes”. Luego, a la segunda, mató al julipié (se ha puesto de moda, por lo que se ve), pero la petición fue escasa y sólo saludó, a modo de despedida. Todo muy despacioso, muy medido, con gran dominio de la escena y la teatralidad. Pero eso no es torear. Para ello se necesitan toros. Tras la afrenta que recibimos ayer todos los que defendemos la verdad en el 7, hoy se nos sirvió un poquito de venganza, en plato frío pero substancioso, contra los que tanto nos están insultando. Ya queda menos. Porque lo bueno es que cuando se acabe la feria no volverán y nos dejarán tranquilos. Y una apostilla: ser de El 7 no es ocupar esa posición en el tendido, sino una forma de ver los toros. Hay gente de El 7 que no está en nuestro tendido.
|
|