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Hoy los tendidos estaban raros. Desde El 7 veíamos que había muchos isidros y “suplentes de claveleros”, dispuestos a pedir orejas a la primera ocasión que se presentase. Los toros eran de una vacada a la que los aficionados conspicuos llaman cariñosamente “El Corte Inglés”, pues es un muestrario de casi todos los encastes y cruces posibles de la cabaña brava española...y parte del extranjero. El interés se centraba en ver lo que salía por chiqueros y cómo se acoplaría la terna ante la variedad. Eso ilusionaba, ya que no se prometía el aburrimiento de los dos días anteriores. Los tres primeros ejemplares, terciados, mansos y de escasa casta, pero con recorrido, nobles para la muleta y bellísimos de lámina, alguna casi desaparecida, como el salinero puntilloso primero o el barroso avinagrado segundo, cumplieron. Sin embargo los toreros estuvieron vulgares y sin lucimiento alguno. El sopor volvía a hacer estragos en los tendidos. Pero salió el cuarto, un inválido anovillado, al que no se picó y al que el inepto presidente señor Trinidad no quiso devolver. La bronca pidiendo toros se fue extendiendo e incluso apareció una pancarta en los altos de El 7 diciendo “Qué vergüenza”. Cada vez que Juan Bautista le bajaba la muleta el torillo perdía las manos. Y así no se defiende al que paga ¿sabe usted, señor policía del palco? Su obligación es atajar los delitos, no silenciarlos. Y aún quieren los taurinos que presidan sus amiguetes. Si con un policía en el palco pasa esto ¿qué no pasaría con alguien en connivencia con sus intereses? El quinto, un toro largo como un tren, fue un asaltillado inmenso por delante y un gamerocívico zambombo por detrás. Un monstruo de parque jurásico. Todo lo que se le hiciera tendría enorme mérito. Y así brillo por vez primera en la feria un veterano picador, “El Legionario”, que lo hizo bastante bien en la primera entrada, aunque en la segunda se le fue trasera. Algo es algo. Luego Valverde estuvo valentón pero incapaz de atemperar las embestidas algo descompuestas en los medios y terminó con un arrrimón absurdo. Eso sí, entro a matar de verdad y dio la estocada de la feria, de la que salió trompicado y cojeando. Con minoría de pañuelos, los mulilleros estuvieron un minuto sin acercarse a por el burel y cuando el soguero actuó y por fin se lo llevaban, el señor del palco quiso pasar a la historia de la feria...y concedió la primera oreja del serial. Oreja suplicada especialmente por unos mulilleros “trincones”. Sólo les faltó sacar sus pañuelos también. Antaño, con algo de faena aseadita (no ésta), se daba la oreja por una estocada, pero siempre que hubiese mayoría, no como hoy. Otra vez apareció la pancarta anterior y cuando Valverde pasaba ante El 7, en la vuelta al ruedo, la mayoría de este tendido le dijo que no, moviendo el dedo índice, otra costumbre muy antigua de esta plaza. Y al final bronca al palco de nuevo. El último de la corrida, otro asaltillado, pero éste más clásico, se comportó como tal e Iván García sólo brilló en los lances de recibo, en los que realizó el mejor toreo de capote que se ha visto por ahora en la feria. Claro, que sólo llevamos tres. Luego nunca supo qué hacer, acostumbrado más a enfrentarse a los encastes bodegueros imperantes en la mayoría de festejos actuales, como casi todo el escalafón. Y así terminó la corrida, los isidros y suplentes contentos por la primera orejita, los más ortodoxos cabreados con el señor del palco pero, en general, hubo momentos atractivos para los aficionados de El 7...y del resto de la plaza. Y además pudimos ver al monstruo de tiempos remotos... |
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